sábado, 28 de julio de 2012

Dios es el pastor de la humanidad

Palabras de Benedicto XVI en el Ángelus

CASTEL GANDOLFO, domingo 22 julio 2012 (ZENIT.org).- Esta mañana, a las 12 horas, Benedicto XVI se asomó al balcón del patio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo y recitó el Ángelus junto a los fieles y a los peregrinos presentes. Ofrecemos las palabras del papa al introducir la oración mariana.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
La Palabra de Dios de este domingo nos vuelve a proponer un tema clave y siempre fascinante de la Biblia: nos recuerda que Dios es el pastor de la humanidad. Esto significa que Dios quiere para nosotros la vida, quiere guiarnos hacia buenos pastos, en el que podemos alimentarnos y reposar; no quiere que nos perdamos y que muramos, sino que lleguemos al destino de nuestro camino, que es precisamente la plenitud de la vida. Eso es lo que cada padre y cada madre quiere para sus hijos: el bien, la felicidad, la realización. En el Evangelio, Jesús se presenta como el Pastor de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Su mirada sobre la gente es una mirada "pastoral". Por ejemplo, en el Evangelio de este domingo, se dice que "al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tiene pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas" (Mc. 6, 34). Jesús encarna a Dios Pastor con su forma de predicar y con su obra, cuidando de los enfermos y de los pecadores, de los que están "perdidos" (cf. Lc. 19,10), para traerlos de vuelta a salvo, en la misericordia del Padre.
Entre las "ovejas perdidas" que Jesús ha salvado hay también una mujer llamada María, de la localidad de Magdala, en el lago de Galilea, y por eso llamada Magdalena. Hoy es su memoria litúrgica en el calendario de la Iglesia. Dice el evangelista Lucas que de ella Jesús hizo huir siete demonios (cf. Lc. 8,2), es decir, la rescató de una total esclavitud al mal.
¿En qué consiste esta profunda sanación que Dios obra a través de Jesús? Se trata de una paz verdadera, completa, fruto de la reconciliación de la persona con sí misma y en todas sus relaciones: con Dios, con los demás, con el mundo. En efecto, el Diablo siempre está tratando de arruinar la obra de Dios, sembrando la división en el corazón humano, entre el cuerpo y el alma, entre el hombre y Dios, en las relaciones interpersonales, sociales, internacionales, e incluso entre el hombre y la creación. El mal siembra la guerra; Dios crea la paz. De hecho, como dice san Pablo: Cristo «es nuestra paz: el que de dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad, a través de su carne" (Ef. 2,14). Para llevar a cabo esta obra de reconciliación radical Jesús, el Buen Pastor, ha debido convertirse en Cordero, "el Cordero de Dios… que quita el pecado del mundo" (Jn. 1,29). Sólo así ha podido llevar a cabo la maravillosa promesa del Salmo: "Bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa de Yahvé / un sinfín de días" (22/23, 6).
Queridos amigos, estas palabras nos hacen vibrar el corazón, porque expresan nuestro deseo más profundo, diciendo para lo que hemos sido creados: ¡para la vida, la vida eterna! Son las palabras de aquellos que, como María Magdalena, han experimentado a Dios en sus vidas y conocen su paz. Palabras más que que nunca verdaderas en los labios de la Virgen María, que vive ya para siempre en los pastos del Cielo, donde la ha conducido el Cordero Pastor. ¡María, Madre de Cristo, nuestra paz, ruega por nosotros!
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
©Librería Editorial Vaticana

sábado, 21 de julio de 2012

Toda la historia tiene como centro a Cristo'

Palabras de Benedicto XVI en el Ángelus

CASTEL GANDOLFO, domingo 15 julio 2012 (ZENIT.org).- A la vuelta de Frascati, donde esta mañana se trasladó en visita pastoral, a las 12 horas, Benedicto XVI se asomó al balcón del patio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo y recitó el Ángelus junto a los fieles y a los peregrinos presentes. Ofrecemos las palabras del papa al introducir la oración mariana.
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¡Queridos hermanos y hermanas!

En el calendario litúrgico, el 15 de julio es la memoria de san Buenaventura de Bagnoregio, franciscano, doctor de la Iglesia y sucesor de san Francisco de Asís en el gobierno de la Orden de los Frailes Menores. Él escribió la primera biografía oficial de Francisco, y al final de su vida fue también obispo de esta diócesis de Albano. En una de sus cartas, Buenaventura escribe: "Confieso ante Dios que la razón que me hizo amar más la vida del beato Francisco es que es similar al origen y al crecimiento de la Iglesia" (Epistula de tribus quaestionibus, en Opere di San Buenaventura. Introduzione generale, Roma 1990, p. 29). Estas palabras nos dirigen directamente al evangelio de este domingo, que presenta el primer envío en misión de los Doce Apóstoles de parte de Jesús. “Jesús llamó a los Doce --narra san Marcos-- y comenzó a enviarlos de dos en dos... Y les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón: sino calzados con sandalias y que no vistan dos túnicas" (Mc 6,7-9 ).
Francisco de Asís, después de su conversión, practicó a la letra este Evangelio, convirtiéndose en un fiel testigo de Jesús; y asociado de un modo especial al misterio de la Cruz, fue transformado en un "otro Cristo", como san Buenaventura lo presenta. Toda la vida de san Buenaventura, así como su teología, tiene como centro de inspiración a Jesucristo. Esta centralidad de Cristo la encontramos en la segunda lectura en la Misa de hoy (Ef.1,3-14), el famoso himno de la Carta de Pablo a los Efesios, que comienza así: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo". El Apóstol muestra cómo se ha realizado este designio de bendición, en cuatro etapas que comienzan todos con la misma expresión "en Él", refiriéndose a Jesucristo. "En él", el Padre nos ha elegido antes de la fundación del mundo; "en Él" tenemos la redención por su sangre; "en Él" nos hemos convertido en herederos, predestinados a ser "alabanza de su gloria"; "en Él", cuantos creen en el Evangelio fueron sellados con el Espíritu Santo.
Este himno paulino contiene el punto de vista de la historia que san Buenaventura ha contribuido a difundir en la Iglesia: toda la historia tiene como centro a Cristo, el cual garantiza también novedad y renovación a cada época. En Jesús, Dios ha hablado y ha dado todo, y ya que Él es un tesoro inagotable, el Espíritu Santo no deja nunca de revelar y actualizar su misterio. Por lo tanto, la obra de Cristo y de la Iglesia no vuelve hacia atrás nunca, sino que avanza siempre.
Queridos amigos, invoquemos a María Santísima, a quien mañana celebraremos como la Virgen del Monte Carmelo, para que nos ayude, como san Francisco y san Buenaventura, para responder generosamente al llamado del Señor, para proclamar su Evangelio de salvación con la palabra y sobre todo con la vida.
Traducción de original italiano por José Antonio Varela V.

sábado, 7 de julio de 2012

Benedicto XVI: la fe cura el alma y el cuerpo





 Debemos pedir con insistencia a Dios que renueve nuestra vida. Lo repitió el Papa, hablando a los fieles antes de la oración del ángelus, comentando el Evangelio de Marcos de este domingo, que presenta dos casos de curaciones realizadas por Jesús. Jesús está atento al sufrimiento humano pero además de pedir a Dios la curación de los males debemos tener una fe firme en Él, una fe en la Providencia que no nos abandona. A este propósito, Benedicto XVI destacó que todos los que se ocupan de los demás deben unir competencia profesional y atención humana. Y las personas asistidas también deben ser conducidas hacia el encuentro con Dios en Cristo para abrirles su corazón a Dios y a los demás.