sábado, 31 de mayo de 2008

El Papa concede indulgencia plenaria en todo el mundo por el Año Paulino


CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 12 mayo 2008 (ZENIT.org).-



Por indicación del Papa, en todo el mundo los fieles cristianos podrán ganar indulgencia plenaria con ocasión de la celebración de los dos mil años del nacimiento del Apóstol Pablo.


El propio Benedicto XVI peregrinará a la basílica de san Pablo Extramuros --en la romana vía Ostiense--, que se yergue sobre la tumba del Apóstol de las Gentes; allí abrirá y cerrará solemnemente el Año Paulino, respectivamente el 28 de junio de 2008 y el 29 de junio de 2009, en ambas fechas a las 17.00 horas.
Como es habitual en años jubilares, se conceden indulgencias especiales. La víspera de Pentecostés, la Penitenciaría Apostólica, siguiendo las indicaciones del Santo Padre, ha difundido el Decreto sobre las indulgencias que los fieles pueden ganar en honor de san Pablo.
Como se ha apuntado, ya desde las primeras Vísperas de la próxima solemnidad de san Pedro y san Pablo -que celebrará el Papa-- podrán ganar la indulgencia plenaria los fieles que visiten en Roma, en peregrinación, la basílica de San Pablo Extramuros.
Para ayudar a la veneración de la memoria de san Pablo, específicamente la Penitenciaría Apostólica señala, para estos peregrinos, que «además de elevar sus súplicas ante el altar del Santísimo Sacramento, cada uno según su piedad», deben «acudir al altar de la Confesión y rezar con devoción el "Padre Nuestro" y el "Credo", añadiendo pías invocaciones en honor de la Santísima Virgen María y de San Pablo», uniendo estrechamente esta devoción siempre «a la memoria del Príncipe de los Apóstoles San Pedro».
Expresión de universalidad, la celebración del Año Paulino también permite ganar la indulgencia plenaria en las Iglesias locales de todo el mundo. En estos casos, los fieles deben participar con devoción en una sacra celebración pública en honor del Apóstol de las Gentes.
Los lugares y momentos para ello son: en los días de la solemne apertura y clausura del Año Paulino, en todos los lugares sagrados; en otros días determinados por el obispo del lugar, en los lugares sagrados dedicados a San Pablo, y, por aprovechamiento de los fieles, en otros designados por el propio obispo.
Asimismo cualquier fiel en cualquier parte del mundo, si está legítimamente impedido -por ejemplo por enfermedad-- para participar en los momentos y lugares antes mencionados, puede ganar la indulgencia plenaria durante el Año convocado. Para ello debe unirse «espiritualmente a una celebración jubilar en honor a San Pablo» y ofrecer «a Dios sus oraciones y sufrimientos por la unidad de los cristianos», establece la Penitenciaría Apostólica.
En todos los casos es condición, para ganar la indulgencia plenaria, la recepción de los sacramentos: la Confesión sacramental y la Comunión Eucarística; asimismo, se debe orar por las intenciones del Sumo Pontífice y excluir en el ánimo cualquier apegamiento a cualquier pecado.
Un llamamiento dirige el Decreto a los sacerdotes: prontitud y generosidad para acoger a los fieles en confesión y facilitarles así el aprovechamiento de las indulgencias.
La previsión de estas indulgencias plenarias especiales por el Año Paulino responde a la solicitud del Papa por acercar a los fieles las gracias espirituales orientadas a su santificación, «de manera que puedan renovar y reforzar» «propósitos de salvación sobrenatural», apunta la Penitenciaría en su Decreto.
«El don de las indulgencias, que el Romano Pontífice ofrece a la Iglesia Universal, allana el sendero para obtener en grado sumo la purificación interior --añade-- que, mientras rinde homenaje al santo Apóstol Pablo, exalta la vida sobrenatural en el corazón de los fieles y les impulsa dulcemente a dar frutos de obras buenas».
Tiempo de gracia
Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, «la indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia» (n.1471-1479).
Y es que es necesaria una purificación que libere de la pena temporal que brota de la naturaleza misma del pecado y permanece -aún ya perdonado, como se ha apuntado--.
La purificación puede realizarse en la tierra o después de la muerte, «en el estado que se llama Purgatorio». Por ejemplo, «una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría ninguna pena».
En cualquier caso, «el cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra sólo», recuerda el Catecismo.
«Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados --explica--. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de penitencia y de caridad».
Cumpliendo las obras requeridas, la indulgencia plenaria se puede lucrar -una sola vez al día-- para uno mismo o para un fiel difunto. La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente.
Las indulgencias especiales concedidas por el Año Paulino son siempre plenarias.
Epicentro de conversión y unidad
La basílica de San Pablo Extramuros será, durante el Año jubilar, meta de la peregrinación -también espiritual- de los fieles de todo el mundo. La concesión de las indulgencias especiales forma parte de los frutos de gracia que se esperan del Año Paulino.
El sentido ecuménico caracterizará intensamente el bimilenario del nacimiento del Apóstol de las Gentes, pues, como dijo el Papa cuando anunció la celebración del Año, Pablo, «particularmente comprometido en llevar la Buena Nueva a todos los pueblos, se prodigó completamente por la unidad y la concordia de todos los cristianos».
San Pablo Extramuros es un gran complejo exraterritorial que administra, como Arcipreste, el cardenal Andrea Cordero Lanza di Montezemolo. Abarca la basílica papal y una antiquísima abadía benedictina, cuyo prior es el padre Johannes Paul Abrahamowicz O.S.B.
En el lugar cada año se clausura solemnemente -el 25 de enero, día de la conversión de san Pablo- la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
El Papa subraya, en san Pablo Extramuros, la promoción de eventos ecuménicos y la administración del sacramento de la Reconciliación.

viernes, 30 de mayo de 2008

El ancla en la vida, la esperanza en Cristo; asegura el Papa

En el domingo de la Ascensión

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 4 mayo 2008 (ZENIT.org).-

La esperanza en Cristo es el ancla firme que da seguridad a la existencia, aseguró Benedicto XVI este domingo, en el que en muchos países se celebraba la solemnidad de la Ascensión.
«Y, ¿qué es lo que más necesita el hombre de todos los tiempos sino precisamente esto: un ancla firme para la propia existencia?», se preguntó el Papa al rezar la oración mariana del Regina Caeli, junto a miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Muchos de ellos eran socios de la Acción Católica Italiana que habían acudido para celebrar los 140 años de su fundación. Con ellos, meditó en el sentido de la Ascensión de Cristo al Cielo, misterio de la fe que el libro de los Hechos de los Apóstoles sitúa cuarenta días después de la resurrección, motivo por el cual ya se había celebrado en el Vaticano y en algunas naciones del mundo el jueves pasado.
Cristo «vino al mundo para devolver el hombre a Dios, pero no idealmente --como haría un filósofo o un maestro de sabiduría-- sino realmente, como pastor que quiere llevar todas las ovejas al redil», aseguró el pontífice.
«Jesús afrontó este "éxodo" hacia la patria celestial en primera persona por nosotros --añadió--. Por nosotros descendió del Cielo y por nosotros ascendió, tras haberse hecho semejante en todo a los hombres, humillado hasta la muerte de cruz, y tras haber tocado el abismo de la máxima lejanía de Dios».
Precisamente por este motivo, aclaró el obispo de Roma, «el Padre se complació en Él y le "exaltó", restituyéndole la plenitud de su gloria, pero ahora con nuestra humanidad. Dios en el hombre - el hombre en Dios: ya no se trata de una verdad teórica, sino real».
«Por este motivo, la esperanza cristiana, fundamentada en Cristo, no es ilusión», aseguró el Santo Padre, sino que en ella «tenemos como una segura y sólida ancla de nuestra alma», «un ancla que penetra en el cielo, donde Cristo nos ha precedido».
Al comenzar el mes de mayo, tradicionalmente dedicado a la Virgen María, el Papa invitó a toda la Iglesia a vivirlo como vivieron los discípulos tras la ascensión de Jesús, en espera del Espíritu Santo, alrededor de la Madre del Señor.
«Al dirigir hacia ella la mirada, como los primeros discípulos, se nos presenta la realidad de Jesús: la Madre orienta hacia el Hijo, que ya no se encuentra físicamente entre nosotros, sino que nos espera en la casa del Padre».
«Jesús nos invita a no quedarnos mirando hacia lo alto, sino a estar juntos, unidos en la oración, para invocar el don del Espíritu Santo. Sólo a quien "renace de lo alto", es decir, del Espíritu Santo, se le abre la entrada al Reino de los cielos, y la primera "renacida de lo alto" es precisamente la Virgen María», concluyó.Con este mismo espíritu, en la tarde del día anterior, el Papa había presidido la oración del Rosario en la basílica de Santa María la Mayor en Roma.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Dificultades para llegar a Dios

Fuente: www.diocesispalencia.org
Autor: José Ignacio Munilla Aguirre

El Catecismo de la Iglesia católica recoge la doctrina del Concilio Vaticano I, en la que se afirma la capacidad racional del hombre para conocer la existencia de Dios: “La santa Iglesia, nuestra Madre, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas” (CIC 36). A esto añade el mismo Catecismo una constatación realista: son muchas las dificultades que en la práctica tenemos para llegar al conocimiento de Dios, mediante el ejercicio de la razón (Cf. CIC 37). Esas dificultades, lejos de decrecer, en nuestros días han aumentado. En efecto, la cultura dominante no se caracteriza por la racionalidad, sino por el impacto visual, visceral, puntual y voluble. En este contexto, los argumentos metafísicos con los que Santo Tomás de Aquino demostraba en el siglo XIII la existencia de Dios, sin haber dejado de ser verdaderos, están supeditados a la capacidad de raciocinio del hombre, que no siempre podemos dar por supuesta. Desgraciadamente, la filosofía occidental contemporánea ha renunciado mayoritariamente a plantearse las cuestiones fundamentales sobre la verdad objetiva y el sentido de la existencia, para reducirse al ámbito de la practicidad inmediata, ignorando los anhelos más profundos del hombre. Juan Pablo II describía así en la encíclica Fides et Ratio la crisis de pensamiento del momento presente: “Tanto la fe como la razón se han empobrecido y debilitado una ante la otra. La razón, privada de la aportación de la Revelación, ha recorrido caminos secundarios que tienen el peligro de hacerle perder de vista su meta final. La fe, privada de la razón, ha subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de dejar de ser una propuesta universal.” (n. 48) En este contexto, y sin dejar en el olvido la labor subsidiaria que la fe está llamada a desarrollar en el terreno de la reflexión filosófica, es necesario proponer al hombre de hoy otras vías de acceso a Dios, que, aunque sean menos concluyentes desde el punto de vista racional, frecuentemente serán más efectivas, supuestas las características de nuestra cultura. Por lo demás, las vías racionales del conocimiento de Dios, siempre estuvieron complementadas con estas otras “vías existenciales”. Proponemos brevemente algunas de ellas: 1.- El testimonio de los santos: Las virtudes heroicas que el Espíritu Santo ha suscitado en los santos, maravillan y cuestionan a todos aquellos que buscan la verdad y están dispuestos a seguirla una vez encontrada. En la historia de la Iglesia hemos podido comprobar frecuentemente que el testimonio de los santos ha ganado más almas para Dios que la erudición de los sabios. Es verdad que no debemos oponer las vías racionales a las existenciales, pero tampoco conviene que olvidemos aquel refrán: "Las palabras -a lo sumo- convencen, pero el ejemplo arrastra". 2.- El grupo cristiano: Es claro que Dios es “familia” y que tiene un estilo “comunitario”. Quiso revelarse a un pueblo, y está especialmente presente allí donde nos reunimos en su nombre. El encuentro con Dios no se suele producir caminando “por libre”. De hecho, es mucho más difícil encontrar la meta caminando en solitario. Por el contrario, Dios sale al encuentro del hombre en su Iglesia, y con frecuencia lo hace a través de otras personas o del arropamiento de algún carisma concreto. 3.- El cultivo de la paz interior: El estrés sofocante que comporta nuestro ritmo de vida, ha desarrollado una sensibilidad especial que valora sobremanera la paz interior. La Iglesia está llamada a cuidar espacios de silencio para el encuentro con Dios. Uno de los signos de los tiempos que observamos con sorpresa en estos momentos de intensa secularización, es la gran atracción que ejercen los monasterios contemplativos. Sin embargo, conviene que hagamos una matización: mientras que en determinadas escuelas, la paz interior se oferta como una “técnica” para alcanzar un estado psicológico placentero; sin embargo, la Iglesia predica la fe cristiana, no precisamente como una técnica de relajación, sino como la “clave de sentido” de la que la paz interior es una mera consecuencia. 4.- El humanismo cristiano: En nuestra cultura agnóstica, el hombre es presentado como la medida de todas las cosas. La existencia de Dios se pone en cuestión, ante la sospecha de que la fe pueda mermar la autonomía del hombre. Sin embargo, estos prejuicios caen por su propio peso, en la medida en que se demuestra la capacidad humanizadora del cristianismo. La Iglesia ha sido y es experta en humanidad, de forma que en su experiencia nos muestra a Cristo como la culminación de las aspiraciones de plenitud de la humanidad y como el camino práctico para verlas realizadas. La historia se ha encargado de demostrar que sin Dios no hay creencia auténtica en el hombre. 5.- La capacidad crítica ante los límites del agnosticismo: No podemos menospreciar la “vía negativa” para llegar a Dios. En efecto, hay quienes llegan a Dios por exclusión (“Si Dios no existe, todo está permitido” Dostoiewski). La cruda experiencia de la degeneración moral en la que desemboca la secularización, ha permitido a muchos superar sus prejuicios ideológicos de partida, para abrirse al hecho religioso con disposición receptiva. Chesterton lo expresaba con gran agudeza: “Quitad lo sobrenatural, y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural”. En resumen, las tradicionales vías racionales para el conocimiento de Dios, son complementadas por tantas vías "existenciales” de las que el Señor se sirve para salir a nuestro encuentro. No en vano, Benedicto XVI afirmaba en una de sus catequesis sobre los Santos Padres, que el camino privilegiado para conocer a Dios es el amor. “No existe un auténtico conocimiento de Dios sin enamorarse de Él”.
Preguntas o comentarios al autor de este artículo

¿Quién es Mons. José Ignacio Munilla?

martes, 20 de mayo de 2008

Confianza de Pablo VI en la persona ante el reto de la «liberación sexual»

Lo testimonia la encíclica Humanae vitae, explica la historiadora Lucetta Scaraffia

ROMA, jueves, 8 mayo 2008 (ZENIT.org).-

Cuando la «utopía de la liberación sexual» se acercaba al culmen, la encíclica Humanae vitae de Pablo VI -recibida entre críticas-- mostró confianza en la auténtica libertad del ser humano «y sobre todo en la capacidad de los católicos de tomar distancia crítica» de esa época; es el reproche que se le puede hacer al entonces pontífice, ironiza la historiadora Lucetta Scaraffia.
Con el tema «Custodios e intérpretes de la vida», la Pontificia Universidad Lateranense, en Roma, celebra un congreso --8 y 9 de mayo-- para evidenciar la actualidad del texto del Papa Giovanni Battista Montini a los 40 años de su publicación.
Clave de lectura del documento es «El escenario cultural: la revolución sexual y los progresos científicos», intervención con la que Scaraffia -profesora de Historia Contemporánea en la Universidad de Roma La Sapienza- recordó este jueves que, en los años '60, había cuajado un proceso cultural que se proponía «liberar el comportamiento sexual de las reglas morales que lo habían frenado, a fin de restituirlo a una mítica naturalidad» que «habría dado por fin la felicidad a los seres humanos».
Tal camino había comenzado a finales del siglo XVIII, cuyo proceso de secularización «no sólo pone en discusión la moral sexual cristiana, sino incluso la legitimidad misma de la Iglesia para hablar de sexo, legitimidad reconocida solamente al discurso científico, sobre todo si es médico», explica la historiadora.
Al paso de los años «la utopía de la liberación sexual no convenció sólo a los antropólogos»; también Freud centró en la sexualidad su teoría psicoanalítica «minando una de las bases de la moralidad católica --observa--, esto es, la confianza en la capacidad del ser humano de combatir las tentaciones sexuales».
Un impulso decisivo a la revolución sexual llegó del biólogo Alfred Kinsey (1896-1956), con quien «el comportamiento sexual se escinde completamente de la esfera emotiva y de la moral, para considerarse sólo desde el punto de vista físico».
«En cierto sentido esta visión de la sexualidad -que se impone en las sociedades occidentales- vuelve a proponer, al revés, la herejía gnóstica que separaba cuerpo y espíritu»; «aquí se da al cuerpo y a la sexualidad la máxima importancia» como elemento que determina el comportamiento, «en total contraposición con la unión irrescindible entre cuerpo y espíritu siempre sostenida por la tradición cristiana», alerta Scaraffia.
Así que «Kinsey se revela como un óptimo auxilio para el psicoanálisis, legitimando la confesión de deseos y prácticas transgresivas para la moral corriente», confirma; y el éxito de esta «ideología revolucionaria» que separa sexualidad y procreación llega de la mano del factor demográfico.
Tras la segunda guerra mundial, gracias a los progresos médicos, crece la población, «cosa que también ocurre por primera vez en la historia en los países del Tercer Mundo» --señala Lucetta Scaraffia--; surgen entonces «previsiones catastrofistas» sobre desequilibrios entre crecimiento demográfico y recursos del planeta -como se dijo en la conferencia mundial de población, celebrada en Roma en 1954 bajo el patrocinio de la ONU--.
«En las siguientes décadas -prosigue- las organizaciones internacionales hacen propio el punto de vista occidental, según el cual los países ricos estarían en peligro por el asedio de una creciente multitud de pobres que se multiplican, con el riesgo de consumir demasiados recursos».
Por su parte, «planificación familiar» es el nombre que, en los '60, asume el «control de natalidad», todo ello al hilo de la propaganda --«eugenesia "psicológica"», dice Scaraffia- a favor de la idea de que «los niños deseados y queridos serán seres humanos mejores, más sanos e inteligentes, y también más equilibrados y más felices que los nacidos "por azar"».
Desde 1960 se comercializa el anticonceptivo del doctor Pincus, «la píldora que inhibe la ovulación», un fármaco que «abre más perspectivas» «que permiten realizar las nuevas y más avanzadas teorías de liberación sexual que en los años '60 se esparcen por todo el mundo occidental».
Abría una «nueva estación para la práctica de la sexualidad», cosa que plantea interrogantes inéditos a la Iglesia; pero el descubrimiento de este anticonceptivo además «se debe a representantes de un filón de ideólogos que la Iglesia conoce y combate desde hace muchos años, el de la eugenesia neomalthusiana», advierte la historiadora.
En cualquier caso, con la píldora anticonceptiva se impone rápidamente como bien masivo el control de la natalidad, «sobre todo como instrumento de liberación para las mujeres» en cuanto que les «permite comportarse desde el punto de vista sexual como los hombres», expone Scaraffia: «pueden ser las únicas en decidir la concepción de un hijo», «pueden separar definitivamente» «la sexualidad respecto del amor y de la familia».
Son «transformaciones culturales» que «contagian también a los católicos» --recuerda--; el debate de los fines del matrimonio se ve fuertemente influenciado por las transformaciones culturales occidentales; «se percibe cada vez más el matrimonio como una institución humana, con finalidades humanas y sociales, esto es, la consecución de una realización afectiva y sexual individual, y como tal expuesto a la fragilidad de los deseos humanos».
De ahí la preocupación de la Iglesia, «que ve en peligro la irreversibilidad del vínculo -subraya la historiadora--, pero sobre todo vislumbra» «una auténtica supresión de Dios de la relación entre los esposos, aunque sean creyentes».
Así que «la segunda revolución sexual no sólo separará definitivamente la sexualidad de la procreación, sino también del matrimonio y del amor, para legitimarla como simple búsqueda de placer individual», sintetiza.
Este es, a grandes rasgos, el itinerario de la revolución sexual y de la contracepción --que se convierten, «sobre todo a partir de los '60, en una de las cuestiones más calientes del catolicismo contemporáneo»-- y el contexto de la publicación de la Humanae vitae.
La profesora Scaraffia apunta la razón principal «de la difícil recepción de la encíclica, incluso dentro del mundo católico»; viene de la pluma de Joseph Razinger en 1995: «Si se quisiera hacer un reproche al Papa [Pablo VI], no podría ser el del naturalismo -dice el purpurado--, sino como mucho el del que tiene una idea demasiado grande del ser humano, de la capacidad de su libertad en el ámbito de la relación espíritu-cuerpo».
En cuanto a las últimas décadas, «el clima respecto a la liberación sexual ha cambiado» --recalca la historiadora-- «porque ya no estamos ansiosos de introducirla en nuestras sociedades, sino que incluso hoy -que ya se ha difundido establemente- estamos dispuestos a contemplarla con mirada crítica, conscientes de que el mito de la felicidad al alcance de la mano no se ha cumplido tampoco esta vez».Por Marta Lago

domingo, 11 de mayo de 2008

La ouija ¿es un juego?

La ouija ¿es un juego?
Fuente: corazones.org
Autor: P. Jordi Rivero

El "juego" de la ouija consiste en poner las manos sobre una pequeña plataforma que se desplaza lentamente sobre un tablero, movida por alguna fuerza misteriosa. El tablero está inscrito con números y las letras del alfabeto. Los jugadores esperan respuesta a sus preguntas según las letras sobre las que se mueva la plataforma. La "diversión" está en la curiosidad y el misterio de comunicarse con algún espíritu que revela secretos y, cuanto más parezca "funcionar", más la ouija (y el espíritu detrás de ella) atrae y ata, hasta convertirse en una obsesión. Un artículo que nos enviaron (no conocemos su autor pero representa bien la posición de los medios seculares) dice: Mucha gente se ve atraída por la posibilidad de contactar con un ser querido ya muerto, otros sólo por curiosidad y otros para pasar el rato... La verdad es que con el tiempo la ouija está variando el destino del contactante en función de las nuevas creencias. Por ejemplo hay quien la utiliza supuestamente para contactar con seres extraterrestres, seres de otras dimensiones, ángeles, ... En definitiva, parece que el juego del tablero hoy en día nos ofrece numerosas posibilidades. Orígenes Ya Pitágoras (540 a.C.) usaba un artefacto parecido cuando se reunía en "círculos" en los que "una tabla mística que se movía con ruedas" hacia signos que el filósofo y uno de sus estudiantes interpretaban a la audiencia como revelaciones del mundo invisible. En la China, antes del nacimiento de Confusio, se usaba algo similar, lo que parecía ser una forma "no peligrosa" de comunicarse con los espíritus de los muertos. El mundo del ocultismo abrazó con entusiasmo a la ouija. En 1853, en Francia, el "espiritualista" M. Planchette, diseñó una ouija similar a la que hoy día es popular. Elija J. Nond, en USA, le hizo variaciones; William Fuld le compró los derechos y un año después la patentizó. Finalmente, en 1966, "Parker Brothers" compró los derechos sobre el juego de la ouija y ha sido desde entonces su fabricante. Sin embargo la ouija, en diferentes versiones, se ha popularizado tanto que se puede obtener por infinidad de medios. "Parker Brothers" y otros, para aumentar el mercado, han querido enterrar la relación de la ouija con el ocultismo. A estos señores lo que les interesa es popularizar el juego para hacer dinero. Prefieren decir que los jugadores buscan su "yo" subconsciente para obtener respuestas. Según esta versión, la ouija trae a nuestra conciencia lo que está oculto en nuestro subconsciente. Como una llave para acceder a nuestro conocimiento interior. Pero eso es pura ficción para cubrir una realidad más oscura. Cuando el hombre se abre a buscar respuestas más allá de lo que se puede llegar por el uso de la razón (estudio, lógica), entra en el campo de lo sobrenatural en el que sólo hay dos caminos: Dios y el demonio. El mismo artículo arriba mencionado delata la verdad sobre este nefasto juego: "En definitiva (la ouija) es una manera más de intentar acercarnos al mundo de lo oculto, en busca de información de aquello que por el momento no podremos demostrar". Ahora existe una nueva versión de la ouija para el siglo XXI: un juego para ordenadores (computadoras). Es más sofisticado que el tablero pero su importe espiritual es el mismo. Importe espiritual Ciertamente nadie que conozca y ame a Dios busca su dirección por medio de la ouija. Dios se da a conocer (se revela), no por medio de juegos, sino a través de Su Hijo, Jesucristo. Él nos lo enseña todo en la revelación que confió a Su iglesia. Quien desea buscar la verdad va a las Sagradas Escrituras y a las enseñanzas de la Iglesia. Entonces, con el corazón abierto al Espíritu Santo sabremos cómo aplicar las enseñanzas a la vida diaria. No se puede justificar el uso de la ouija con el pretexto de entretenerse y curiosear lo oculto. La verdad es que al jugar con la ouija se hace contacto con el demonio cuyo objetivo es llevarnos el infierno. El Primer Mandamiento prohíbe apelar a otro espíritu fuera de Dios. El rey Saúl recurrió a una mujer de Endor para conjurar el espíritu del difunto profeta Samuel y fue castigado por Dios (1 Sam 28: 8-17). Se trata del pecado de adivinación: querer "desvelar" el porvenir recurriendo a espíritus (que en realidad son demonios). La ouija nos atrae por la curiosidad y por la soberbia. En un artículo favorable a la ouija leemos: (La ouija) nos conquista haciéndonos creer que somos seres fabulosos, reencarnaciones de personajes famosos, ... De modo que se hace casi irresistible volver a conectar para recabar más información. El mismo artículo descarta todo peligro justificando que podemos mantener el control de la situación: Así que mientras no te olvides que eres tú quien debe llevar la voz cantante se supone que no pasará nada. ¿Se supone que no pasará nada? Es notable la semejanza entre esta mentalidad moderna y la tentación de la serpiente en el paraíso: Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.» -Génesis 3:4-5 El demonio, sigue ofreciéndonos los consejos que le dieron tan buen resultado con nuestros primeros padres: "serán como dioses.... no pasará nada malo". Entonces ridiculiza a quién vea el peligro detrás de sus "juegos". ¿Cómo puede funcionar la ouija? El demonio, siendo mucho más inteligente que nosotros, tiene conocimientos que nos parecen maravillosos y que los utiliza para atraparnos y engañarnos. Puede además imitar voces y apariencias de personas que han muerto. No debemos buscar conocer sino lo que Dios nos quiera revelar, ya sea por medio del uso natural de la razón sometida a Dios o por su revelación. Hay que advertir que, aunque se use la ouija por curiosidad, se está abriendo camino para el demonio y no es de extrañar que la persona quede espiritualmente afectada. Los resultados pueden ser, por ejemplo, dificultades posteriores en la oración, fantasías, obsesiones y otras opresiones mentales. Puede ocurrir que la persona se envicie con la ouija. En ese caso la opresión del demonio sobre esa pobre alma se hace mayor. Se entra en lo oculto hasta convertirse en una fascinación. ¿Qué hacer? No se deje influenciar por los que dicen que es sólo un juego inofensivo. Una persona que cree en Dios tiene en Él su guía y no se abre al vacío para buscar respuestas. Como sacerdote he conocido a muchas personas oprimidas por ese "juego". Pero, ¿no rezan los católicos a los santos? Esto es muy diferente. A los santos no los invocamos jamás en forma de oráculo. Nos conformamos con pedirles que recen por nosotros y que nos ayuden en nuestro peregrinar. Les pedimos que nos ayuden a vivir lo que Dios nos manda, no a buscar otro camino. Solo Dios es fuente de verdad. Cuide de que la ouija no entre en su hogar.