lunes, 23 de febrero de 2009

Benedicto XVI: Un equilibrio, lleno de amor, para tratar a niños gravemente enfermos


Discurso a una conferencia internacional convocada por el Consejo para la Pastoral de la Salud

CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 18 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha pedido que se logre un justo equilibrio "entre insistir y desistir" en las terapias administradas a los niños gravemente enfermos. En todo caso, ha exigido que no se haga con ellos experimentos y que se les trate siempre con todo amor.

Fue la consigna que dejó este sábado al recibir en audiencia a los participantes en la conferencia internacional organizada por el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud sobre "La solicitud pastoral en el cuidado de los niños enfermos", que se celebró en el Vaticano del 13 al 15 de noviembre.

"La investigación médica se encuentra a veces ante opciones difíciles cuando se trata, por ejemplo, de lograr un justo equilibrio entre insistir y desistir en la terapia para asegurar los tratamientos adecuados a las necesidades reales de los pequeños pacientes, sin caer en la tentación de hacer experimentos con ellos", constató el Papa.

"No es superfluo recordar que la razón de cada intervención médica debe ser la consecución del verdadero bien para el niño, considerando su dignidad como sujeto humano con plenos derechos", aseguró, en respuesta a las palabras que le dirigió en nombre de los presentes el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.

"Por lo tanto --añadió--, hay que cuidarlo siempre con amor para ayudarlo a afrontar el sufrimiento y la enfermedad, incluso antes del nacimiento, en la medida adecuada a su situación".

El pontífice reconoce que es necesario tener en cuenta "el impacto emocional, debido a la enfermedad y a los tratamientos a los que el niño es sometido, que a menudo son particularmente invasivos, es importante asegurar una comunicación constante con la familia".

"Si los agentes sanitarios, médicos y enfermeros, sienten el peso del sufrimiento de los pequeños pacientes, ¡es posible imaginar cuán grande es el dolor experimentado por los padres!", exclamó el obispo de Roma.

Por este motivo, reconoció que "no hay que separar nunca el aspecto sanitario y el humano".

"Toda institución asistencia y sanitaria, sobre todo si está animada por un genuino espíritu cristiano, tiene el deber de ofrecer lo máximo de su competencia y humanidad", indicó.

"El enfermo, de manera especial el niño, comprende particularmente el lenguaje de la ternura y del amor, expresado a través de un servicio lleno de atenciones, paciente y generoso, alentado en los creyentes por el deseo de manifestar la misma predilección que sentía Jesús por los pequeños", concluyó.

Puede leerse el discurso completo en la sección de Documentos de la página web de www.zenit.org (Cf. Benedicto XVI: La solicitud en el cuidado de los niños enfermos).

domingo, 22 de febrero de 2009

Benedicto XVI: “la Virgen es grande porque no es inalcanzable para los pequeños”


Agradeció con emoción la ciudadanía honoraria de Mariazell

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 22 de enero de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso pronunciado el miércoles por Benedicto XVI y hecho público este jueves, al recibir la ciudadanía honoraria de la localidad austríaca de Mariazell, en presencia del Alcalde, Helmut Pertl, del obispo de Graz-Seckau, monseñor Egon Kapellari, y del rector del santuario de Mariazell, padre Karl Schauer, O.S.B

* * *

Excelencia

querido monseñor Kapellari,

señor Alcalde,

querido padre Karl,

queridos amigos.

No consigo nombrar a todos aquellos a quienes debería citar --al señor embajador, naturalmente...--. En este momento sólo consigo decir sencillamente un gracias de corazón y a responder con un "Vergelt's Gott" ("El Señor os haga mérito"). Estoy contento de ser un ciudadano de Mariazell y de poder así vivir cerca de la Madre de Dios. Obviamente, me han vuelto a la mente las dos visitas que usted ha mencionado: en el 2004, con los notables europeos y con un tiempo espléndido. Juntos pudimos percibir lo que Europa ha sido capaz de construir y de donde procede todo aquello que hoy forma su identidad, y a través de qué Europa podrá volver siempre de nuevo a ser ella misma: a través del encuentro con el Señor, al cual nos conduce su Madre. Precisamente, en la Madre sentimos que Dios se ha hecho hombre. Y así hemos percibido la alegría de estar juntos, la fuerza de nuestras raíces y con ella también la posibilidad de un nuevo futuro juntos.

Durante la visita pastoral, por el contrario, llovió, pero yo creo que precisamente la lluvia nos hizo estar aún más unidos y más cercanos, la lluvia nos ha acercado y nos ha dado esa sensación de "unión" y más aún, de "unión con el Señor y su Madre". Monseñor Kapellari acuñó entonces la expresión: "los católicos están a prueba de lluvia"; pudimos constatar que aquello era cierto, y en la lluvia nació la alegría. Nos dimos cuenta de que a veces puede ser positivo estar bajo la lluvia, que la lluvia puede ser una gracia --el director de L'Osservatore Romano acuñó a su vez la expresión "lluvia de gracias" (en italiano en el discurso, n.d.t.)--: fue una lluvia de gracias; nos dimos cuenta de que a veces, en la historia, puede ser útil "estar bajo la lluvia", porque uno consigue encontrarse en el momento justo para hacer la cosa justa.

Mariazell es mucho más que un "lugar": es la actualización de la historia viva de una peregrinación de fe y de oración durante los siglos, y en esta peregrinación de la oración durante los siglos -una peregrinación que se percibe formalmente, físicamente- no están solamente las oraciones y las invocaciones de los hombres, sino que está presente también la realidad de una respuesta: sentimos que la respuesta existe, que no alargamos la mano hacia algo desconocido, sino que Dios existe, y que a través de su Madre quiere estar particularmente cercano a nosotros. Este sentimiento de gratitud nos envuelve y por esto estoy contento de ser de casa con el corazón, y también ahora de derecho, por así decirlo, en Mariazell.

Según las previsiones humanas, en esta vida no podré volver a peregrinar allí físicamente, pero ahora vivo allí de verdad y en este sentido estoy presente siempre. En los paseos que hago en los paisajes de los recuerdos, vuelvo siempre a hacer una parada en Mariazell, precisamente porque siento que allí la Madre nos sale al encuentro y nos reune a todos. La Virgen de Mariazell tiene nombre imponentes - Magna Mater Austriae, Domina Magna Hungarorum, Magna Mater gentium slavorum - y estos grandes títulos expresan como, allí donde los hombres vienen donde la Madre y el Padre, allí se convierten en hermanos, allí nace la unidad: se percibe que esto emana una fuerza que forma la unidad y a partir de aquí se puede construir la comunión. Y sobre todo: ella es la Magna Mater, pero su grandeza de manifiesta precisamente en el hecho de que Ella se dirige a los pequeños y está presente para los pequeños, que podemos acudir a ella en cualquier momento, sin tener que pagar ningún billete de entrada, simplemente llevando el corazón. Aprendamos de ella, de este modo, lo que es verdaderamente "grande": no el hecho de ser "inalcanzable", no la majestad exterior, sino la bondad del corazón que ofrece a todos la experiencia de lo que significa "estar juntos".

Por eso, para concluir, os digo una vez más de corazón "Vergelt's Gott" y muchas gracias por haber hecho de mí un ciudadano de Mariazell: esto permanecerá profundamente enraizado en mi corazón. Querido monseñor Kapellari, queridos Profesores, quizás habría debido decir también algo por el libro, ¡pero la Virgen es tan grande que en ella hemos incluido también el libro! ¡Muchas gracais por todo!

[Traducción de la versión italiana por Inma Álvarez

domingo, 8 de febrero de 2009

Benedicto XVI pide apoyar a las comunidades de clausura


"¡Estoy junto a vosotros!", dice a religiosos y religiosas dedicados a la oración

CIUDAD DEL VATICANO, (ZENIT.org).-

Benedicto XVI ha exhortado a todos los creyentes a apoyar a las comunidades religiosas de hombres y mujeres dedicadas a la oración.

Hizo su llamamiento después de haber rezado a mediodía de este domingo la oración mariana del Ángelus al recordar que el 21 de noviembre, memoria litúrgica de la Presentación de María en el Templo, se celebrará la Jornada pro Orantibus, por las comunidades religiosas de clausura.

"Demos gracias al Señor por las hermanas y hermanos que han abrazado esta misión, dedicándose totalmente a la oración y viven de lo que reciben de la Providencia".

"Recemos también nosotros por ellos y por las nuevas vocaciones, y comprometámonos a apoyar los en sus necesidades materiales".

El Papa se dirigió en particular a los hombres y mujeres contemplativos para asegurarles: "vuestra presencia en la Iglesia y en el mundo es indispensable".

"¡Estoy junto a vosotros y os bendigo con gran afecto!", concluyó.

Algo menos de 50.000 religiosas en todo el mundo forman parte de las comunidades de clausura. El número de los religiosos es muy inferior.

martes, 3 de febrero de 2009

El Papa explica la importancia del bautismo de los niños


“No son propiedad privada de los padres, estos deben ayudarle a ser hijo de Dios”

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 11 de enero de 2009 (ZENIT.org).-

El Papa explicó la importancia del bautismo de los niños, al bautizar hoy a 13 bebés en la Capilla Sixtina, como es tradición en la Solemnidad del Bautismo del Señor, y afirmó que con él “restituimos a Dios lo que ha venido de Él”.

“El niño no es propiedad de los padres, sino que ha sido confiado por el Creador a su responsabilidad, libremente y de una forma siempre nueva, para que éstos le ayuden a ser un libre hijo de Dios”, explicó el Papa.

Sobre estos niños, afirmó, “se posa hoy el 'complacimiento' de Dios”.

“Desde cuando el Hijo unigénito del Padre se hizo bautizar, el cielo se ha abierto realmente y sigue abriéndose, y podemos confiar cada nueva vida que nace en las manos de Aquel que es más poderoso que los poderes oscuros del mal”, recalcó el Papa.

En primer lugar, Benedicto XVI señaló la importancia de que Dios se haya hecho un niño pequeño, que es precisamente el centro de la celebración del tiempo litúrgico de Navidad que se cierra con la Solemnidad del Bautismo del Señor.

“El Creador ha asumido en Jesús las dimensiones de un niño, de un ser humano como nosotros, para poderse hacer ver y tocar. Al mismo tiempo, abajándose hasta la impotencia inerme del amor, Él nos muestra qué es la verdadera grandeza, es más, qué quiere decir ser Dios”, afirmó.

Agradeciendo la oportunidad de poder bautizar en esta ocasión, el Papa hizo notar sobre todo la importancia del papel de los padres y de los padrinos para hacerles comprender un día el sacramento que han recibido.

“Sólo si los padres maduran esta conciencia conseguirán encontrar el justo equilibrio entre la pretensión de poder disponer de los propios hijos como si fueran una propiedad privada, plasmándolos en base a las propias ideas y deseos, y la postura libertaria que se expresa en dejarlos crecer en autonomía plena, satisfaciendo cada uno de sus deseos y aspiraciones”, explicó.

Por otro lado, bautizar a los niños pequeños, explicó el Papa, no es “hacerles violencia”, sino “darles la riqueza de la vida divina en la que se enraiza la verdadera libertad que es propia de los hijos de Dios”.

Esta libertad, añadió, “deberá ser educada y formada con el madurar de los años, para que los haga capaces de elecciones personales responsables”.

Respecto a la educación en la fe del pequeño, el Papa explicó que “si con este sacramento, el bautizando se convierte en hijo adoptivo de Dios, objeto de su amor infinito que lo tutela y defiende de las fuerzas oscuras del maligno, es necesario enseñarle a reconocer a Dios como su Padre y a saberse relacionar con Dios con actitud de hijo”.

Además, el bautismo, recalcó, introduce a los niños en “una nueva familia, más grande y estable, más abierta y numerosa que la vuestra: me refiero a la familia de los creyentes, a la Iglesia, una familia que tiene a Dios por Padre y en la que todos se reconocen hermanos en Jesucristo”.

Confiando estos niños “a la bondad de Dios, que es potencia de luz y de amor”, éstos “aún en las dificultades de la vida, no se sentirán nunca abandonados, si permanecen unidos a Él”.

“Preocupaos por tanto de educarlos en la fe, de enseñarles a rezar y a crecer como hacía Jesús y con su ayuda, en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres”, concluyó.

Después, durante su alocución durante el rezo del Ángelus, el Papa volvió a señalar la importancia de este sacramento, por el cual el hombre “recibe la vida eterna”.

“¡Qué grande es el don del Bautismo! Si nos diéramos cuenta plenamente, nuestra vida se convertiría en un 'gracias' continuo”, exclamó.

Para los padres cristianos, es una “gran alegría” y una “gran responsabilidad”, tras “ver surgir de su amor a esta nueva criatura, llevarla a la fuente bautismal y verla renacer del seno de la Iglesia, para una vida que nunca tendrá fin”.

“Esta es la estupenda realidad: la persona humana, mediante el Bautismo, se inserta en la relación única y singular de Jesús con el Padre, de forma que las palabras que resonaron en el cielo sobre el Hijo Unigénito se hacen verdaderas para cada hombre y toda mujer que renacen del agua y del Espíritu Santo: Tu eres mi Hijo, el amado”, añadió.

[Por Inma Álvarez]