domingo, 22 de febrero de 2009

Benedicto XVI: “la Virgen es grande porque no es inalcanzable para los pequeños”


Agradeció con emoción la ciudadanía honoraria de Mariazell

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 22 de enero de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso pronunciado el miércoles por Benedicto XVI y hecho público este jueves, al recibir la ciudadanía honoraria de la localidad austríaca de Mariazell, en presencia del Alcalde, Helmut Pertl, del obispo de Graz-Seckau, monseñor Egon Kapellari, y del rector del santuario de Mariazell, padre Karl Schauer, O.S.B

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Excelencia

querido monseñor Kapellari,

señor Alcalde,

querido padre Karl,

queridos amigos.

No consigo nombrar a todos aquellos a quienes debería citar --al señor embajador, naturalmente...--. En este momento sólo consigo decir sencillamente un gracias de corazón y a responder con un "Vergelt's Gott" ("El Señor os haga mérito"). Estoy contento de ser un ciudadano de Mariazell y de poder así vivir cerca de la Madre de Dios. Obviamente, me han vuelto a la mente las dos visitas que usted ha mencionado: en el 2004, con los notables europeos y con un tiempo espléndido. Juntos pudimos percibir lo que Europa ha sido capaz de construir y de donde procede todo aquello que hoy forma su identidad, y a través de qué Europa podrá volver siempre de nuevo a ser ella misma: a través del encuentro con el Señor, al cual nos conduce su Madre. Precisamente, en la Madre sentimos que Dios se ha hecho hombre. Y así hemos percibido la alegría de estar juntos, la fuerza de nuestras raíces y con ella también la posibilidad de un nuevo futuro juntos.

Durante la visita pastoral, por el contrario, llovió, pero yo creo que precisamente la lluvia nos hizo estar aún más unidos y más cercanos, la lluvia nos ha acercado y nos ha dado esa sensación de "unión" y más aún, de "unión con el Señor y su Madre". Monseñor Kapellari acuñó entonces la expresión: "los católicos están a prueba de lluvia"; pudimos constatar que aquello era cierto, y en la lluvia nació la alegría. Nos dimos cuenta de que a veces puede ser positivo estar bajo la lluvia, que la lluvia puede ser una gracia --el director de L'Osservatore Romano acuñó a su vez la expresión "lluvia de gracias" (en italiano en el discurso, n.d.t.)--: fue una lluvia de gracias; nos dimos cuenta de que a veces, en la historia, puede ser útil "estar bajo la lluvia", porque uno consigue encontrarse en el momento justo para hacer la cosa justa.

Mariazell es mucho más que un "lugar": es la actualización de la historia viva de una peregrinación de fe y de oración durante los siglos, y en esta peregrinación de la oración durante los siglos -una peregrinación que se percibe formalmente, físicamente- no están solamente las oraciones y las invocaciones de los hombres, sino que está presente también la realidad de una respuesta: sentimos que la respuesta existe, que no alargamos la mano hacia algo desconocido, sino que Dios existe, y que a través de su Madre quiere estar particularmente cercano a nosotros. Este sentimiento de gratitud nos envuelve y por esto estoy contento de ser de casa con el corazón, y también ahora de derecho, por así decirlo, en Mariazell.

Según las previsiones humanas, en esta vida no podré volver a peregrinar allí físicamente, pero ahora vivo allí de verdad y en este sentido estoy presente siempre. En los paseos que hago en los paisajes de los recuerdos, vuelvo siempre a hacer una parada en Mariazell, precisamente porque siento que allí la Madre nos sale al encuentro y nos reune a todos. La Virgen de Mariazell tiene nombre imponentes - Magna Mater Austriae, Domina Magna Hungarorum, Magna Mater gentium slavorum - y estos grandes títulos expresan como, allí donde los hombres vienen donde la Madre y el Padre, allí se convierten en hermanos, allí nace la unidad: se percibe que esto emana una fuerza que forma la unidad y a partir de aquí se puede construir la comunión. Y sobre todo: ella es la Magna Mater, pero su grandeza de manifiesta precisamente en el hecho de que Ella se dirige a los pequeños y está presente para los pequeños, que podemos acudir a ella en cualquier momento, sin tener que pagar ningún billete de entrada, simplemente llevando el corazón. Aprendamos de ella, de este modo, lo que es verdaderamente "grande": no el hecho de ser "inalcanzable", no la majestad exterior, sino la bondad del corazón que ofrece a todos la experiencia de lo que significa "estar juntos".

Por eso, para concluir, os digo una vez más de corazón "Vergelt's Gott" y muchas gracias por haber hecho de mí un ciudadano de Mariazell: esto permanecerá profundamente enraizado en mi corazón. Querido monseñor Kapellari, queridos Profesores, quizás habría debido decir también algo por el libro, ¡pero la Virgen es tan grande que en ella hemos incluido también el libro! ¡Muchas gracais por todo!

[Traducción de la versión italiana por Inma Álvarez