martes, 3 de febrero de 2009

El Papa explica la importancia del bautismo de los niños


“No son propiedad privada de los padres, estos deben ayudarle a ser hijo de Dios”

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 11 de enero de 2009 (ZENIT.org).-

El Papa explicó la importancia del bautismo de los niños, al bautizar hoy a 13 bebés en la Capilla Sixtina, como es tradición en la Solemnidad del Bautismo del Señor, y afirmó que con él “restituimos a Dios lo que ha venido de Él”.

“El niño no es propiedad de los padres, sino que ha sido confiado por el Creador a su responsabilidad, libremente y de una forma siempre nueva, para que éstos le ayuden a ser un libre hijo de Dios”, explicó el Papa.

Sobre estos niños, afirmó, “se posa hoy el 'complacimiento' de Dios”.

“Desde cuando el Hijo unigénito del Padre se hizo bautizar, el cielo se ha abierto realmente y sigue abriéndose, y podemos confiar cada nueva vida que nace en las manos de Aquel que es más poderoso que los poderes oscuros del mal”, recalcó el Papa.

En primer lugar, Benedicto XVI señaló la importancia de que Dios se haya hecho un niño pequeño, que es precisamente el centro de la celebración del tiempo litúrgico de Navidad que se cierra con la Solemnidad del Bautismo del Señor.

“El Creador ha asumido en Jesús las dimensiones de un niño, de un ser humano como nosotros, para poderse hacer ver y tocar. Al mismo tiempo, abajándose hasta la impotencia inerme del amor, Él nos muestra qué es la verdadera grandeza, es más, qué quiere decir ser Dios”, afirmó.

Agradeciendo la oportunidad de poder bautizar en esta ocasión, el Papa hizo notar sobre todo la importancia del papel de los padres y de los padrinos para hacerles comprender un día el sacramento que han recibido.

“Sólo si los padres maduran esta conciencia conseguirán encontrar el justo equilibrio entre la pretensión de poder disponer de los propios hijos como si fueran una propiedad privada, plasmándolos en base a las propias ideas y deseos, y la postura libertaria que se expresa en dejarlos crecer en autonomía plena, satisfaciendo cada uno de sus deseos y aspiraciones”, explicó.

Por otro lado, bautizar a los niños pequeños, explicó el Papa, no es “hacerles violencia”, sino “darles la riqueza de la vida divina en la que se enraiza la verdadera libertad que es propia de los hijos de Dios”.

Esta libertad, añadió, “deberá ser educada y formada con el madurar de los años, para que los haga capaces de elecciones personales responsables”.

Respecto a la educación en la fe del pequeño, el Papa explicó que “si con este sacramento, el bautizando se convierte en hijo adoptivo de Dios, objeto de su amor infinito que lo tutela y defiende de las fuerzas oscuras del maligno, es necesario enseñarle a reconocer a Dios como su Padre y a saberse relacionar con Dios con actitud de hijo”.

Además, el bautismo, recalcó, introduce a los niños en “una nueva familia, más grande y estable, más abierta y numerosa que la vuestra: me refiero a la familia de los creyentes, a la Iglesia, una familia que tiene a Dios por Padre y en la que todos se reconocen hermanos en Jesucristo”.

Confiando estos niños “a la bondad de Dios, que es potencia de luz y de amor”, éstos “aún en las dificultades de la vida, no se sentirán nunca abandonados, si permanecen unidos a Él”.

“Preocupaos por tanto de educarlos en la fe, de enseñarles a rezar y a crecer como hacía Jesús y con su ayuda, en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres”, concluyó.

Después, durante su alocución durante el rezo del Ángelus, el Papa volvió a señalar la importancia de este sacramento, por el cual el hombre “recibe la vida eterna”.

“¡Qué grande es el don del Bautismo! Si nos diéramos cuenta plenamente, nuestra vida se convertiría en un 'gracias' continuo”, exclamó.

Para los padres cristianos, es una “gran alegría” y una “gran responsabilidad”, tras “ver surgir de su amor a esta nueva criatura, llevarla a la fuente bautismal y verla renacer del seno de la Iglesia, para una vida que nunca tendrá fin”.

“Esta es la estupenda realidad: la persona humana, mediante el Bautismo, se inserta en la relación única y singular de Jesús con el Padre, de forma que las palabras que resonaron en el cielo sobre el Hijo Unigénito se hacen verdaderas para cada hombre y toda mujer que renacen del agua y del Espíritu Santo: Tu eres mi Hijo, el amado”, añadió.

[Por Inma Álvarez]