jueves, 27 de marzo de 2008

Meditación de Chiara Lubich sobre el Viernes Santo: la heroica lección de amor

Meditación de Chiara Lubich sobre el Viernes Santo: la heroica lección de amor

Fuente: Zenit.org
Autor: .

Publicamos la meditación que escribió Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, para los lectores de Zenit con motivo del Viernes Santo del año 2000, jubileo de la encarnación de Jesús
.* * *
Lo había dado todo: una vida al lado de María, en medio de las incomodidades y en la obediencia. Tres años de predicación revelando la Verdad, dando testimonio del Padre, prometiendo el Espíritu Santo y haciendo toda clase de milagros de amor.
Tres horas en la cruz, desde la cual perdona a los verdugos, abre el Paraíso al ladrón, nos da a su Madre y, finalmente, su Cuerpo y su Sangre después de habérnoslos dado místicamente, en la Eucaristía.
Le quedaba la divinidad.Su unión con el Padre, la dulcísima e inefable unión con Él, que lo había hecho tan potente en la tierra, como Hijo de Dios, y aún en la cruz mostraba su realeza, este sentimiento de la presencia de Dios, debía ir desapareciendo en el fondo de su alma, hasta no sentirlo más; separarlo de algún modo de Aquel del que dijo que era una sola cosa con Él: "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30).
En Él, el amor estaba anulado, la luz apagada; la sabiduría callaba.Se hacía nada, entonces, para hacernos partícipes del Todo; gusano de la tierra (Salmo 22, 7), para hacernos hijos de Dios. Estábamos separados del Padre.
Era necesario que el Hijo, en el que todos nos encontrábamos, probara la separación del Padre. Tenía que experimentar el abandono de Dios para que nosotros nunca más nos sintiéramos abandonados. Él había enseñado que nadie tiene mayor caridad de quien da la vida por los amigos. Él, la Vida, daba todo de sí.
Era el punto culminante, la expresión más bella del amor.Su rostro está detrás de todos los aspectos dolorosos de la vida; cada uno de ellos es Él.Sí, porque Jesús que grita el abandono es la figura del mudo: ya no sabe hablar.
Es la figura del ciego: no ve; del sordo: no oye.Es el cansado que se queja.Roza la desesperación.Es el hambriento de unión con Dios
.Es la figura del desilusionado, del traicionado, parece haber fracasado.Es miedoso, tímido, desorientado.Jesús abandonado es la tiniebla, la melancolía, el contraste, la figura de todo lo que es raro, indefinible, que parece monstruoso, porque es un Dios que pide ayuda.
Es el solitario, el desamparado. Parece inútil, un descartado, trastornado. Lo podemos ver en cada hermano que sufre. Acercándonos a los que se parecen a Él, podemos hablarles de Jesús abandonado.
A los que se descubren semejantes a Él y aceptan compartir su suerte, Él se convierte, para el mudo, la palabra; para quien no sabe, la respuesta; para el ciego, la luz; para el sordo, la voz; para el cansado, el descanso; para el desesperado, la esperanza; para el separado, la unidad; para el inquieto, la paz.
Con Él, las personas se transforman y lo absurdo del dolor adquiere sentido.Él había gritado el por qué, al que nadie había dado respuesta, para que tuviéramos la respuesta a cada porqué.El problema de la vida humana es el dolor.
Cualquier tipo de dolor, por más terrible que sea, sabemos que Jesús lo ha hecho suyo y transforma, por una alquimia divina, el dolor en amor.
Por experiencia puedo decir que apenas nos alegramos de un dolor, para ser como Él y luego seguimos amando haciendo la voluntad de Dios, el dolor, si es espiritual desaparece, y si es físico se convierte en yugo suave.
Nuestro amor puro en contacto con el dolor, lo transforma en amor; en cierto modo lo diviniza, casi continuando en nosotros --si así podemos decir-- la divinización que Jesús hizo del dolor.
Y después de cada encuentro con Jesús abandonado, amado, encuentro a Dios de un modo nuevo, más cara a cara, más evidente, en una unidad más plena.La luz y la alegría vuelven y, con la alegría, la paz que es fruto del Espíritu.
La luz, la alegría, la paz que nacen del dolor amado impactan y conquistan a las personas más difíciles. Clavados en la cruz se es madre y padre de almas. La máxima fecundidad es el efecto.
Como escribe Olivier Clément «el abismo, que por un instante abrió aquel grito, se ve colmado por el gran soplo de la resurrección».
Se anula cualquier tipo de desunión, la separación y las rupturas son sanadas, resplandece la fraternidad universal, da lugar a milagros de resurrección, nace una nueva primavera en la Iglesia y en la humanidad

domingo, 16 de marzo de 2008

La hormiguita y el lirio

Había una vez una hormiguita. Esta hormiguita era como toda buena hormiga, trabajadora y servicial.
Se la pasaba acarreando hojitas de día y de noche: casi no tenía tiempo para descansar.
Y así transcurría su vida, trabajando y trabajando. Un día fue a buscar comida a un estanque que estaba un poco lejos de su casa, y para su sorpresa al llegar al estanque vio como un botón de lirio se abría y de él surgía una hermosa y delicada florcita.
Se acercó: - ¿Hola, sabes? ¿Eres muy bonito... que eres?
Y la florcita contestó: - Soy un lirio. Gracias, sabes eres muy simpático, que eres?
- Soy una hormiga, gracias también.
Y así la hormiguita y el lirio siguieron conversando todo el día, haciendo grandes amigos. Cuando iba anochecer la hormiga regreso a su casa, no sin antes prometer al lirio que volvería al día siguiente mientras iba caminando a su casa, la hormiga descubrió que admiraba a su amigo, que lo quería muchísimo y se dijo:
"Mañana le diré que me encanta su forma de ser"
Y el lirio al quedarse solo se dijo: " Me gusta la amistad de la hormiga, mañana cuando venga se lo diré"
Pero al día siguiente la hormiguita se dio cuenta de que no había trabajado nada el día anterior. Así que decidió quedarse a trabajar y se dijo: "Mañana iré con el lirio ; hoy no puedo, estoy demasiado ocupado, mañana y le diré además, que lo extraño "
Al día siguiente amaneció lloviendo y la hormiga no pudo salir de su casa y de dijo
- Que mala suerte hoy tampoco veré al lirio.
Bueno no importa mañana le diré todo lo especial que es para mí"
Y al tercer día la hormiguita se despertó muy temprano y se fue al estanque, pero al llegar encontró al lirio en el suelo, ya sin vida.
La lluvia y el viento habían destrozado su tallo. Entonces la hormiga pensó, que tonta fui, desperdicie demasiado tiempo, mi amigo se fue sin saber cuanto lo quería, en verdad me arrepiento.
Y así fue como ambos nunca supieron lo importantes que eran. No esperes el mañana para soñar, y por ningún motivo dejes de decirle a una persona que la amas.
Autor desconocido

martes, 4 de marzo de 2008

Sólo Dios puede colmar la sed espiritual del hombre, advierte el Papa

En su visita a una parroquia romana y en el Ángelus dominical en el Vaticano

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 24 febrero 2008 (ZENIT.org).-

Igual que existe una sed física de agua indispensable para vivir en la tierra, «existe también en el hombre una sed espiritual que sólo Dios puede colmar», advierte Benedicto XVI.
El Evangelio de este domingo, sobre el diálogo de Jesús con la samaritana en el pozo de Sicar, permitió al Papa mostrar el efecto de la palabra de Dios, aprovechando la visita que hizo a la parroquia romana de Santa María Liberadora en Monte Testaccio y el posterior rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
El centenario de la consagración de la actual iglesia -encomendada a los salesianos, recibió la visita de Pablo VI en 1966 y Juan Pablo II en 1979- fue el marco de la Eucaristía que presidió en ella Benedicto XVI, acogido calurosamente por una comunidad joven y vital.
«En el diálogo entre Jesús y la samaritana vemos trazado el itinerario espiritual de cada uno de nosotros», dijo el Papa en su homilía.
La sed espiritual que existe en el hombre, «que sólo Dios puede colmar», «se trasluce claramente» en aquel diálogo, en el que Jesús pide a la samaritana: «Dame de beber», una petición con la que «en realidad [Él] pone en marcha en su interlocutora un camino interior que hace brotar en ella el deseo de algo más profundo», desgranó el Santo Padre.
En efecto, en cierto momento «es la propia mujer la que le pide agua a Jesús --siguió--, manifestando que en toda persona existe una necesidad innata de Dios y de la salvación que sólo Él puede brindar».
Se trata de «una sed de infinito que sólo se puede saciar con el agua que Jesús ofrece, el agua viva del Espíritu», recalcó.
E igual que ocurrió con la samaritana, «Jesús quiere llevarnos a profesar nuestra fe en Él con fuerza, para que podamos nosotros después anunciar y testimoniar a nuestros hermanos la alegría del encuentro con Él y las maravillas que su amor realiza en nuestra existencia» --recordó el Santo Padre--, porque «la fe nace del encuentro con Jesús, reconocido y acogido» como el Salvador.
Momentos después, en el rezo del Ángelus, de regreso al Vaticano, el Papa exhortó a los fieles y peregrinos: «Abramos también nosotros el corazón a la escucha confiada de la palabra de Dios para encontrar, como la samaritana, a Jesús que nos revela su amor y nos dice: el Mesías, tu salvador, "soy yo, el que te está hablando"(Jn 4,26)».
Cuando Jesús manifiesta su sed, ésta «es una puerta de entrada al misterio de Dios», quien «tiene sed de nuestra fe y de nuestro amor», quien «como un padre bueno y misericordioso desea para nosotros todo el bien posible, y este bien es Él mismo», observó Benedicto XVI.
E indicó en la mujer de Samaría el ejemplo de «insatisfacción existencial de quien no ha encontrado lo que busca».
De hecho, antes de despedirse de la parroquia en Monte Testaccio, en un breve encuentro festivo con los fieles -en el salón de actos parroquial--, el Papa volvió, espontáneamente, al tema de la samaritana, «una representación del hombre moderno, de la vida moderna».
«Ha tenido cinco maridos; ahora vive con otro. Se ve que hace amplio uso de su libertad y sin embargo no es más libre, sino que está más vacía», constató.
Pero es «conmovedor --reconoció-- que en esta mujer, en el momento en que Cristo le habla, se ve en lo profundo de su corazón que hay un interrogante: ¿Existe Dios?».
E insistió en el salto evangelizador que sigue al encuentro con Cristo. «Dando la fe también nosotros crecemos en la fe --aclaró-- y podemos entender y vivir que esta fe es el agua que necesitamos para vivir».
Además hizo hincapié en que «a partir del encuentro con Cristo, nace la alegría»; por eso «la verdadera santidad es alegre».
Y admitió que le había impresionado, del saludo que le dirigió el párroco don Manfredo Leone -en el inicio de la Eucaristía--, su afirmación: «Tenemos más futuro que pasado». «Esto es la verdad de nuestra Iglesia, que siempre tiene más futuro que pasado, y por eso con valor seguimos adelante», afirmó el Papa.
Una misión parroquial es el proyecto inmediato de Santa María Liberadora para reevangelizar el Testaccio, pero también, como dijo su párroco a Benedicto XVI, «seguir haciendo de la parroquia una familia de familias».
En el horizonte de la comunidad siempre está «el anuncio de que Jesús es el Señor», prestando «especial atención a las familias y a los jóvenes, en fidelidad al carisma de san Juan Bosco». «Gran ayuda para ello -admitió don Manfredo Leone- es la carta del Papa sobre la educación», difundida ampliamente este último mes.
De hecho, el sábado, en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI hizo entrega de esta «Carta sobre la tarea urgente de la educación» a la diócesis de Roma, representada en más de cincuenta mil fieles.
Por Marta Lago