domingo, 29 de junio de 2008

Pedro y Pablo, Santos

Fuente: Catholic.net

Autor: Tere Fernández

Apóstoles y Mártires Junio 29

Origen de la fiesta San Pedro y San Pablo son apóstoles, testigos de Jesús que dieron un gran testimonio. Se dice que son las dos columnas del edificio de la fe cristiana.
Dieron su vida por Jesús y gracias a ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo.

Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos por unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas originales.

En 1915 se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros de los sepulcros, expresiones piadosas que ponían de manifiesto la devoción por San Pedro y San Pablo desde los inicios de la vida cristiana. Se cree que en ese lugar se llevaban a cabo las reuniones de los cristianos primitivos.

Esta fiesta doble de San Pedro y San Pablo ha sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces. El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día especialmente su intercesión por nosotros.



San Pedro San Pedro fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Su nombre era Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que significa “piedra” y le dijo que sería la piedra sobre la que edificaría Su Iglesia. Por esta razón, le conocemos como Pedro. Era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para seguir a Jesús. Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le llegó a proponer a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí mismo y le prometió a Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas antes de negarlo tres veces.
Vivió momentos muy importantes junto a Jesús:
Vio a Jesús cuando caminó sobre las aguas. Él mismo lo intentó, pero por desconfiar estuvo a punto de ahogarse.
Prensenció la Transfiguración del Señor.
Estuvo presente cuando aprehendieron a Jesús y le cortó la oreja a uno de los soldados atacantes.
Negó a Jesús tres veces, por miedo a los judíos y después se arrepintió de hacerlo.
Fue testigo de la Resurrección de Jesús.
Jesús, después de resucitar, le preguntó tres veces si lo amaba y las tres veces respondió que sí. Entonces, Jesús le confirmó su misión como jefe Supremo de la Iglesia.
Estuvo presente cuando Jesús subió al cielo en la Ascensión y permaneció fiel en la oración esperando al Espíritu Santo.
Recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés y con la fuerza y el valor que le entregó, comenzó su predicación del mensaje de Jesús. Dejó atrás las dudas, la cobardía y los miedos y tomó el mando de la Iglesia, bautizando ese día a varios miles de personas.
Realizó muchos milagros en nombre de Jesús.
En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a azotar.

Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los gentiles, a los no judíos.

En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que conquistaban.

Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta.

En menos de trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del cristianismo.

En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que lo había provocado.

Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados cruelmente.

Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón. Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús.

Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.

San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura. ¿Qué nos enseña la vida de Pedro? Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad.

A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse por ser santos todos los días.

Pedro concretamente nos dice: “Sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” (I Pedro, 1,15)

Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.

Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente.

Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.

La Institución del Papado Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y la primera cabeza de la Iglesia.

Fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo que atara en la Tierra quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara quedaría desatado en el Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño.

El trabajo del Papa no sólo es un trabajo de organización y dirección.

Es, ante todo, el trabajo de un padre que vela por sus hijos.

El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza visible de la Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la mantiene unida. Está asistido por el Espíritu Santo, quien actúa directamente sobre Él, lo santifica y le ayuda con sus dones a guiar y fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y palabra.

El Papa tiene la misión de enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.

Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro pastor, obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus enseñanzas, defender su persona y su obra y rezar por Él.

Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales del mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada, se reúnen en Cónclave (que significa: cerrados con llave).

Así permanecen en oración y sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los ilumine.

Mientras no se ha elegido Papa, en la chimenea del Vaticano sale humo negro y cuando ya se ha elegido, sale humo blanco como señal de que ya se escogió al nuevo representante de Cristo en la Tierra.



San Pablo Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de Tarso.

Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores escuelas de Jerusalén.

Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy estricto.

Estaba convencido y comprometido con su fe judía.

Quería dar testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo.

Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle.

Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los cristianos de la ciudad de Damasco.

En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.).

Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano.
Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada.
Lo llevaron a Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado.
Tomó alimento y se sintió con fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por Pablo.
Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.
La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido.
Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío.
Comprendió muy bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.
Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran perseguidor de las comunidades cristianas.
Los judíos, por su parte, le tenían coraje por "cambiarse de bando". En varias ocasiones se tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba.
Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.
Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura. Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma.
Le cortaron la cabeza con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.
¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?
Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos. Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar donde viva, y de diferentes maneras.
Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Esta conversión siguió varios pasos:
1. Cristo dio el primer paso: Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía una misión concreta.
2. Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver a Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios.
3. Pablo vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino que los hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en el principal propagador de la fe católica.
4. Pablo comunicó el amor que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don que había recibido a los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando comunidades cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los nuevos cristianos en común acuerdo con San Pedro.

Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado. Así como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida, así cada uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de Jesús.

Según el Papa, el desarme es un requisito de la seguridad global


«El desarrollo es el nuevo nombre de la paz», recuerda


CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 7 enero 2007 (ZENIT.org).-

Benedicto XVI hizo este lunes un llamamiento al compromiso por la seguridad global que exige, entre otras cosas, avanzar en el desarme.
«Quisiera exhortar a la comunidad internacional a un compromiso global por la seguridad», dijo el pontífice en el discurso que dirigió a 176 embajadores y otros representantes diplomáticos acreditados ante la Santa Sede.
«Un esfuerzo conjunto por parte de los Estados para aplicar todas las obligaciones contraídas, y para impedir el acceso de los terroristas a las armas de destrucción masiva, reforzaría, sin ninguna duda, el régimen de no proliferación nuclear y lo haría más eficaz», aseguró.
El Papa celebró «el acuerdo alcanzado para el desmantelamiento del programa de armamento nuclear en Corea del Norte y animo a la adopción de medidas apropiadas para la reducción de armas de tipo convencional y para afrontar el problema humanitario planteado por las bombas de racimo».
Y es que para el obispo de Roma, «la paz no puede ser sólo una simple palabra o una aspiración ilusoria».
«La paz es un compromiso y un modo de vida que exige que se satisfagan las expectativas legítimas de todos como el acceso a la alimentación, al agua y a la energía, a la medicina y a la tecnología, o bien el control de los cambios climáticos».
«Solamente así se puede construir el futuro de la humanidad; solamente así se favorece el desarrollo integral para hoy y para mañana».
«El desarrollo es el nuevo nombre de la paz», dijo, citando la encíclica Populorum progressio escrita hace cuarenta años por el Papa Pablo VI.
Por eso, aseguró, «para consolidar la paz, es necesario que los positivos resultados macroeconómicos, obtenidos en 2007 por numerosos países en vías de desarrollo, sean sostenidos por políticas sociales eficaces y por la puesta en práctica de compromisos de asistencia por parte de los países ricos».

domingo, 22 de junio de 2008

El Papa pide dar acogida a los jóvenes emigrantes, en particular muchachas y niños

Les pide respetar las leyes


CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 13 enero 2008 (ZENIT.org).-

Benedicto XVI pidió este domingo dar acogida a los jóvenes emigrantes, en particular a quienes se encuentran en condiciones de particular riesgo: las muchachas y los niños.
Asimismo, el Papa en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado invitó a los emigrantes a respetar las leyes.
Este año, el obispo de Roma escribió el 18 de octubre un mensaje con este motivo dedicado precisamente a «Los jóvenes migrantes».
«Muchos jóvenes por diferentes motivos tienen que vivir lejos de sus familias y países», constató el pontífice al dirigirse desde la ventana de su estudio, a mediodía, a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
«Corren particular riesgo las muchachas y los menores --denunció--. Algunos niños adolescentes han nacido y crecido en campos de refugiados: ¡también ellos tienen derecho a un futuro!».
El Papa manifestó su «aprecio a cuantos se comprometen a favor de los jóvenes refugiados, de sus familias y de su integración laboral y escolar».
Asimismo invitó «a las comunidades eclesiales a acoger con simpatía a los jóvenes y a los más pequeños, junto con sus padres, tratando de comprender sus historias y de favorecer la integración».
Luego Benedicto XVI se dirigió directamente a los jóvenes emigrantes para pedirles que se comprometan por construir junto a los chicos y chicas de su edad «una sociedad más justa y fraterna, cumpliendo con vuestros deberes, respetando las leyes y no dejándoos llevar nunca por la violencia».

domingo, 15 de junio de 2008

Benedicto XVI: El Evangelio de Cristo, luz para todos los pueblos



Palabras con ocasión del rezo del Ángelus


CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 6 enero 2008 (ZENIT.org).-


Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este domingo con ocasión del rezo de la oración mariana del Ángelus junto a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Momentos antes, el Santo Padre había presidido la Santa Misa en la Basílica Vaticana por la Solemnidad de la Epifanía del Señor.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

Celebramos hoy la Epifanía del Señor, esto es, su manifestación a los pueblos del mundo entero, representados por los Magos que llegaron de Oriente para adorar al Rey de los Judíos. Observando los fenómenos celestes, estos misteriosos personajes vieron que se apareció una estrella nueva e, instruidos también por las antiguas profecías, reconocieron en ella la señal del nacimiento del Mesías, descendiente de David (Mt 2,1-12). Desde su primera aparición, por lo tanto, la luz de Cristo comienza a atraer hacia sí a los hombres «que ama el Señor» (Lc 2,14), de toda lengua, pueblo y cultura. Es la fuerza del Espíritu Santo que mueve los corazones y las inteligencias en la búsqueda de la verdad, de la belleza, de la justicia, de la paz. Es cuanto el Siervo de Dios Juan Pablo II afirma en la Encíclica Fides et ratio: «El hombre se encuentra en un camino de búsqueda, humanamente interminable: búsqueda de verdad y búsqueda de una persona de quien fiarse»(n. 33): los Magos encontraron ambas realidades en el Niño de Belén.

Los hombres y las mujeres de toda generación, en su peregrinación, necesitan ser orientados: ¿entonces qué estrella pueden seguir? Después de detenerse «encima del lugar donde se encontraba el niño» (Mt 2,9), la estrella que había guiado a los Magos terminó su función, pero su luz espiritual está siempre presente en la palabra del Evangelio, que también hoy tiene la capacidad de guiar a todo hombre a Jesús. Esta misma palabra, que no es otra cosa sino el reflejo de Cristo verdadero hombre y verdadero Dios, la hace resonar con autoridad la Iglesia para toda alma bien dispuesta. También la Iglesia, por lo tanto, lleva a cabo para la humanidad la misión de la estrella. Asimismo algo semejante se puede decir de todo cristiano, llamado a iluminar con la palabra y el testimonio la vida y los pasos de los hermanos. Así, ¡qué importante es que los cristianos seamos fieles a nuestra vocación! Todo auténtico creyente está siempre en camino en el propio itinerario personal de fe y, al mismo tiempo, con la pequeña luz que lleva dentro de sí, puede y debe ser de ayuda a quien se encuentra a su lado y tal vez le cuesta encontrar el camino que conduce a Cristo.

Mientras nos preparamos a la oración del Ángelus, dirijo mi felicitación más cordial a los hermanos y a las hermanas de las Iglesias Orientales que, siguiendo el Calendario Juliano, mañana celebrarán la Santa Navidad: es una gran alegría compartir la celebración de los misterios de la fe, en la multiforme riqueza de los Ritos que atestiguan la bimilenaria historia de la Iglesia. Junto a las Comunidades del Oriente cristiano, muy devotas a la Santa Madre de Dios, invocamos la protección de María sobre la Iglesia universal, para que difunda en el mundo entero el Evangelio de Cristo, Lumen gentium, luz de todos los pueblos.

[Después del Ángelus, el Santo Padre saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español dijo:]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. Queridos hermanos, en esta solemnidad de la Epifanía, contemplando a los Magos de Oriente que vienen a adorar a Cristo, único Salvador de la humanidad, también nosotros queremos ofrecerle todo el amor de nuestro corazón, y el deseo de que todos los hombres encuentren en Él la verdad que da sentido a sus vidas. ¡Feliz domingo!


[Traducción del original italiano por Marta Lago.

domingo, 8 de junio de 2008

Benedicto XVI llama a defender la creación, «mensaje» de Dios

En su discurso a la Curia con motivo de Navidad


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 20 diciembre 2007 (ZENIT.org).-



Al recibir este viernes en audiencia a los miembros de la Curia romana en vísperas de Navidad, Benedicto XVI lanzó un llamamiento a defender la creación como «mensaje» de Dios.


La oportunidad para lanzar su propuesta se la brindó el recuerdo de la visita que realizó a la «Hacienda de la Esperanza» «Fazenda da Esperança», en Guaratinguetá (Brasil), en mayo pasado, donde «personas caídas en la esclavitud de la droga vuelven a encontrar libertad y esperanza».


La visita fue una de las etapas del primer viaje del pontífice a ese país para inaugurar la Quinta Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe, que tuvo lugar en el Santuario mariano de Aparecida.


Llegando a la Fazenda, recordó Benedicto XVI, «en primer lugar, percibí de una manera nueva la fuerza regeneradora de la creación de Dios».


«Montañas verdes rodean el amplio valle; invitan a dirigir la mirada hacia lo alto, y al mismo tiempo, dan un sentido de protección. Desde el tabernáculo de la iglesita de las carmelitas surge un manantial de agua limpia que recuerda la profecía de Ezequiel sobre el agua que, manando del Templo, desintoxica la tierra salada y hacer crecer árboles que dan vida».


«Tenemos que defender la creación no sólo pensando en su utilidad para nosotros, sino por sí misma, como mensaje del Creador, como don de belleza, que es promesa y esperanza», declaró.
«El hombre tiene necesidad de la trascendencia», añadió, recordando las palabras de santa Teresa de Ávila: «Sólo Dios basta»

.
«Si Él falta, entonces el hombre tiene que tratar de superar con sus propias fuerzas los confines del mundo, de abrirse camino ante si en el espacio sin fronteras para el que ha sido creado».


En este contexto, «la droga se convierte casi en una necesidad», pero «muy pronto descubre que es una liberación ilusoria, podría decirse una burla que le hace el diablo al hombre».


«Allí, en la Fazenda da Esperança, las fronteras del mundo son verdaderamente superadas, se abre la mirada hacia Dios, hacia la amplitud de nuestra vida, y así tiene lugar la regeneración», concluyó el Papa.

martes, 3 de junio de 2008

El centro de la vida es sentir cómo palpita el Corazón de Cristo; asegura el Papa

Intervención con motivo del Ángelus

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 1 junio 2008 (ZENIT.org).-

Benedicto XVI invita a experimentar cómo palpita de amor el corazón de Cristo, pues esta experiencia constituye el centro de la vida y la fuerza en medio de las dificultades.

Es el consejo que dejó a todos los creyentes este domingo, primer día del mes de junio, tradicionalmente dedicado al Corazón de Jesús, en su alocución dirigida a miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

El Corazón de Cristo, aclaró, es el "símbolo de la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los místicos y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la 'buena noticia' del amor, resumiendo en sí el misterio de la encarnación y de la Redención".

La devoción al Sagrado Corazón recibió un impulso decisivo con las apariciones de Cristo a la religiosa francesa de la Visitación santa Margarita María Alacoque (1647-1690).
Explicando el sentido de esta devoción, el obispo de Roma explicó que "desde el horizonte infinito de su amor, de hecho, Dios ha querido entrar en los límites de la historia y de la condición humana, ha tomado un cuerpo y un corazón, para que podamos contemplar y encontrar el infinito en el finito, el Misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno".
Este mensaje, reconoció, constituye el centro de las enseñanzas que está transmitiendo con su pontificado.

Su primera encíclica "Deus caritas est", tiene como punto de partida "la mirada dirigida al costado traspasado de Cristo". "Y este centro de la fe es también la fuente de la esperanza en la que hemos sido salvados", tema de su segunda encíclica, "Spe salvi".
Hablando desde la ventana de su estudio, el pontífice reconoció que "toda persona necesita un 'centro' para su propia vida, un manantial de verdad y de bondad al que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana".
"Cada uno de nosotros, cuando se detiene en silencio, necesita sentir no sólo el palpitar de su corazón, sino, de manera más profunda, el palpitar de una presencia confiable, que se puede percibir con los sentidos de la fe y que, sin embargo, es mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo".

Por este motivo, en el mes de junio, invitó a renovar el amor al Corazón de Cristo, teniendo presentes las intenciones de oración que el mismo Benedicto XVI ha propuesto a toda la Iglesia.
Para junio el Papa ha pedido rezar por dos motivos particulares: para que los cristianos cultiven una amistad con Cristo y comuniquen la fuerza de su amor, y por el Congreso Eucarístico Internacional de Quebec, en Canadá, que se celebrará del 15 al 22 de junio.