En su discurso a la Curia con motivo de Navidad
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 20 diciembre 2007 (ZENIT.org).-
Al recibir este viernes en audiencia a los miembros de la Curia romana en vísperas de Navidad, Benedicto XVI lanzó un llamamiento a defender la creación como «mensaje» de Dios.
La oportunidad para lanzar su propuesta se la brindó el recuerdo de la visita que realizó a la «Hacienda de la Esperanza» «Fazenda da Esperança», en Guaratinguetá (Brasil), en mayo pasado, donde «personas caídas en la esclavitud de la droga vuelven a encontrar libertad y esperanza».
La visita fue una de las etapas del primer viaje del pontífice a ese país para inaugurar la Quinta Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe, que tuvo lugar en el Santuario mariano de Aparecida.
Llegando a la Fazenda, recordó Benedicto XVI, «en primer lugar, percibí de una manera nueva la fuerza regeneradora de la creación de Dios».
«Montañas verdes rodean el amplio valle; invitan a dirigir la mirada hacia lo alto, y al mismo tiempo, dan un sentido de protección. Desde el tabernáculo de la iglesita de las carmelitas surge un manantial de agua limpia que recuerda la profecía de Ezequiel sobre el agua que, manando del Templo, desintoxica la tierra salada y hacer crecer árboles que dan vida».
«Tenemos que defender la creación no sólo pensando en su utilidad para nosotros, sino por sí misma, como mensaje del Creador, como don de belleza, que es promesa y esperanza», declaró.
«El hombre tiene necesidad de la trascendencia», añadió, recordando las palabras de santa Teresa de Ávila: «Sólo Dios basta»
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«Si Él falta, entonces el hombre tiene que tratar de superar con sus propias fuerzas los confines del mundo, de abrirse camino ante si en el espacio sin fronteras para el que ha sido creado».
En este contexto, «la droga se convierte casi en una necesidad», pero «muy pronto descubre que es una liberación ilusoria, podría decirse una burla que le hace el diablo al hombre».
«Allí, en la Fazenda da Esperança, las fronteras del mundo son verdaderamente superadas, se abre la mirada hacia Dios, hacia la amplitud de nuestra vida, y así tiene lugar la regeneración», concluyó el Papa.