domingo, 28 de abril de 2019

DOMINGO II de PASCUA de la Divina Misericordia 2019




Día 28 II Domingo de Pascua, de la Divina Misericordia San Juan nos ofrece en estos versículos una escena verdaderamente pascual. La vida espléndida de Jesús glorioso aparece ante sus discípulos como algo normal. Es la vida propia del Hijo de Dios que nos ha sido prometida en su nombre. De esta vida, lo que hoy meditamos a partir del texto precedente, viene a ser sólo un botón de muestra. Consideremos nada más lo que san Juan nos cuenta de aquella tarde del domingo en que resucitó el Señor. Jesús se presenta ante sus discípulos, Señor de las leyes físicas. Su cuerpo es glorioso –no podemos imaginar esa corporalidad gloriosa– y, a pesar de que le habían abandonado en su momento más duro, los tranquiliza. No sólo les desea la paz, les entrega la paz: la paz sea con vosotros, les dice. Ellos se alegran al verlo y nuevamente les dice: la paz sea con vosotros. Consideremos una vez más, llenos de agradecimiento, que el Señor querrá siempre nuestro bien, nuestra felicidad y alegría, a pesar, incluso, de nuestras infidelidades. Y dicho esto les mostró las manos y el costado. ¡Qué importante es no cerrar los ojos a la realidad! A la realidad del amor de Dios por los hombres y a la realidad de nuestro pecado. A la vista de esas manos y ese costado no hay nada que decir. Unicamente reconocer con humildad y agradecimiento nuestra condición y la suya. Pero, ni se nos ocurra pensar que, con ese gesto, Jesús pretende echar algo en cara a los Apóstoles. El Señor no sabe sino amar. Por eso, mientras ellos lo contemplan con las huellas frescas de la Pasión, con las pruebas del abandono de ellos y de su amor, Él se reafirma en su entrega incondicionada a los hombres y los llena de paz. A continuación el amor de Dios por los hombres llega a su cénit: Jesús despliega para sus discípulos y para toda la humanidad los frutos de su Pasión. Entrega el Espíritu Santo y configura a unos hombres –simples criaturas– con Él mismo: Como el Padre me envió así os envío yo. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos. Que no queramos salir en nuestra oración de las acciones de gracias. Nos entrega al Paráclito, nos encomienda su misma misión, nos perdona y garantiza que jamás nos faltará su perdón. —¡Dios es mi Padre! —Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración. —¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón. —¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino. Piénsalo bien. —Tú eres de Dios..., y Dios es tuyo. Así se expresaba san Josemaría. Y nosotros vamos a decirle a Jesús que no nos deje ser injustos, que nos abra bien los ojos y nos llene de su luz, para darnos cuenta de lo que somos y valemos; de lo que podemos porque así lo ha querido Dios. Que nos llenemos de afán de corresponder y que muchos, que están a nuestro lado pero tal vez no se enteran, vibren también felices –¡entusiasmados!– con Él. Pero, estemos en guardia, que en cada uno hay un Tomás desconfiado que "necesita pruebas", que quiere que las cosas le "entren por los ojos". Queramos acostumbrarnos en cambio a lo sorprendente; a algo mucho mayor de lo que nuestros ojos pueden llegar a comprobar. Habremos de poner los medios humanamente desproporcionados de la oración y la expiación, y el empeño por extender en el mundo el Reino de Dios, asimismo desproporcionado e increíble para los criterios meramente terrenos. Estaremos así viviendo el "permanente tiempo Pascual" que comenzó a partir de la Resurrección de Cristo. Un tiempo apostólico para el que contamos con los mismos medios que los discípulos –sintiéndonos uno de ellos–, siguiendo el consejo del Señor: rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. A la Virgen la llamamos cada día "Reina de la paz" en el rezo del Santo Rosario. Le pedimos la paz que Ella siente, siempre confiada en el amor que Dios le tiene.

domingo, 21 de abril de 2019

Pascua - Mensaje y Bendición “Urbi et Orbi” 2019-04-21



Balcón central de la Basílica de San Pedro - Mensaje y Bendición "Urbi et Orbi" de Papa Francisco

Domingo de Resurrección - Santa Misa del día 2019-04-21



Plaza de San Pedro - Domingo de Resurrección - Santa Misa del día celebrada por el Santo Padre Francisco

Vigilia Pascual en la Noche Santa 2019-04-20




Basílica de San Pedro - Vigilia Pascual en la Noche Santa presidida por el Papa Francisco


sábado, 20 de abril de 2019

Vía Crucis 2019-04-19




Coliseo - Vía Crucis presidida por el Papa Francisco

Celebración de la Pasión del Señor 2019-04-19




Basílica de San Pedro - Celebración de la Pasión del Señor presidida por el Papa Francisco

viernes, 19 de abril de 2019

Papa Francisco - Santa Misa Crismal 2019-04-18




Basílica de San Pedro - Santa Misa Crismal celebrada por el Papa Francisco

VIERNES SANTO 2019



 Hoy es Viernes Santo: Celebración de la Pasión del Señor

 Hoy toda la Iglesia Católica se une en penitencia, abstinencia y ayuno para conmemorar la pasión del Señor. Entre las actividades de este día están el Vía Crucis, el Sermón de las Siete Palabras del Señor Jesús en la Cruz; las procesiones con la imagen de Cristo y de su Madre Dolorosa, entre otros. Este día la Iglesia no celebra la Eucaristía y ningún sacramento, a excepción de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos. La celebración litúrgica conmemora la Muerte del Señor, se realiza también la celebración de la Palabra que concluye con la adoración de la Cruz y con la Comunión Eucarística, consagradas el Jueves Santo. Hoy se invita además a acompañar al final de la adoración de la cruz una pequeña conmemoración de la Virgen María, la Madre dolorosa, que estuvo a los pies de la Cruz.



JUEVES SANTO 2019




 Jueves Santo

 La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos. En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable. San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía. La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).



sábado, 13 de abril de 2019

El cansancio nos quita la esperanza




A veces los cristianos “prefieren el fracaso”, que deja lugar a las quejas y a la insatisfacción, “campo perfecto para la semilla del diablo”. En su homilía de este 9 de abril, el Papa Francisco reflexionó sobre el “cansancio”, relatado en el Libro de los Números. “El pueblo de Dios – leemos en la primera lectura – no soportó el viaje”: “El entusiasmo” y “la esperanza” de la fuga de la esclavitud en Egipto se habían desvanecido poco a poco en la orilla del mar y después en el desierto, llegando a murmurar contra Moisés. “El espíritu del cansancio nos quita la esperanza” – observó el Santo Padre – “el cansancio es selectivo: nos hace ver siempre lo malo del momento que estamos viviendo y olvidar las cosas buenas que hemos recibido”.

sábado, 6 de abril de 2019

Orar al Señor con valentía




En su homilía de la Misa de este 4 de abril celebrada en Casa Santa Martha, el Santo Padre Francisco exhortó a insistir ante el Señor mediante la oración. Entre los participantes en esta celebración se encontraba, de forma privada, Sergio Mattarella, Presidente de la República Italiana. La Primera Lectura de la Liturgia del día propone, a este respecto, la oración de intercesión que Moisés hace a Dios por el pueblo. En efecto, a causa del becerro de oro, Dios dice: “Ahora deja que se encienda mi ira contra ellos y los devore”. Moisés suplica al Señor que no lo haga y le habla a Dios “como un maestro al discípulo”. Trata de persuadir a Dios, con mansedumbre, pero también con firmeza