sábado, 31 de octubre de 2009

Una sociedad vigorosa se basa en valores morales sólidos, dice el Papa




Benedicto XVI pide a los panameños trabajar por una mayor igualdad social


CIUDAD DEL VATICANO, viernes 30 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- El Papa afirmó que una sociedad vigorosa se edifica “por la solidez de los valores morales que la sustentan, ennoblecen y dignifican”, este viernes al recibir en audiencia en el Vaticano a la nueva embajadora de Panamá ante la Santa Sede, Delia Cárdenas Christie, con motivo de la entrega de sus Cartas credenciales.

El Santo Padre enunció los “elementos irreemplazables para crear un sano tejido social y edificar una sociedad vigorosa”.

Concretamente, se refirió a la “defensa de aspectos tan primordiales como el compromiso por la justicia social, la lucha contra la corrupción, el trabajo en favor de la paz, la inviolabilidad del derecho a la vida humana desde el momento de su concepción hasta su muerte natural, así como la salvaguardia de la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer”.

Benedicto XVI destacó que la Iglesia contribuye “de manera decisiva a dinamizar el presente y avivar el anhelo de un futuro esperanzador”.

Y añadió que “en el marco de las respectivas competencias y del respeto recíproco, el quehacer de la Iglesia, que en razón de su misión no se confunde con el del Estado, ni puede identificarse con programa político alguno”.

El Papa explicó que, a diferencia del Estado, la Iglesia “se mueve en un ámbito de naturaleza religiosa y espiritual, que tiende a la promoción de la dignidad del ser humano y a la tutela de sus derechos fundamentales”.

“Sin embargo -añadió-, esta distinción no implica indiferencia o mutuo desconocimiento, ya que, aunque por diverso título, Iglesia y Estado convergen en el bien común de los mismos ciudadanos, estando al servicio de su vocación personal y social”.

En su discurso a la nueva embajadora de Panamá, el pontífice afirmó que “el mensaje del Evangelio ha jugado un papel esencial y constructivo en la configuración de la identidad panameña, formando parte del patrimonio espiritual y del acerbo cultural de esa Nación”.

V Centenario

Como ejemplo de ello, destacó la “Bula "Pastoralis officii debitum", por la cual, el 9 de septiembre de 1513, el Papa León X erigía canónicamente la diócesis de Santa María La Antigua, la primera en tierra firme del Continente americano”.

Para conmemorar el V Centenario de este acontecimiento tan significativo, la Iglesia en Panamá está preparando diversas iniciativas, que, según el Papa, “reflejarán lo arraigada que está en su Patria la comunidad eclesial, que no pretende otro bien que el del pueblo mismo, del cual ella forma parte y al que ha servido y sirve con altura de miras y generosidad”.

El Santo Padre comentó que pide a Dios “que esta efeméride acreciente la vida cristiana de todos los amados hijos de esa Nación, de modo que la fe siga siendo en ella fuente inspiradora para afrontar de manera positiva y provechosa los retos que esa República tiene planteados en la actualidad”.

Honradez, transparencia, profesionalidad y diligencia

Benedicto XVI quiso reconocer “el compromiso que las autoridades panameñas han manifestado reiteradamente de fortalecer las instituciones democráticas y una vida pública fundamentada en robustos pilares éticos”.

En este sentido, señaló que “no se han de escatimar esfuerzos para fomentar un sistema jurídico eficiente e independiente, y que se actúe en todos los ámbitos con honradez, transparencia en la gestión comunitaria y profesionalidad y diligencia en la resolución de los problemas que afectan a los ciudadanos”.

“Esto favorecerá el desarrollo de una sociedad justa y fraterna, en la que ningún sector de la población se vea olvidado o abocado a la violencia y la marginación”, añadió.

También destacó “el valioso papel que Panamá está desempeñando para la estabilidad política del área centroamericana, en unos momentos en los que la coyuntura actual pone de relieve cómo un progreso consistente y armónico de la comunidad humana no depende únicamente del desarrollo económico o los descubrimientos tecnológicos”.

Acuerdo por ratificar

El Papa afirmó que Panamá “mantiene unas relaciones bilaterales fluidas y fructíferas con la Santa Sede”.

También mostró su deseo de que “el acuerdo firmado el pasado 1 de julio de 2005” “sea prontamente ratificado, y se pueda erigir así una circunscripción eclesiástica que atienda pastoralmente a las Fuerzas de Seguridad Panameñas”.

Finalmente, animó a todos los panameños “a trabajar por una mayor igualdad social, económica y cultural entre los distintos sectores de la sociedad, de manera que renunciando a los intereses egoístas, afianzando la solidaridad y conciliando voluntades se vaya desterrando, en palabras del Papa Pablo VI, "el escándalo de las disparidades hirientes”.

sábado, 24 de octubre de 2009

Benedicto XVI otorga la primera Rosa de Oro a una Virgen en España


La Virgen de la Cabeza, patrona de la diócesis de Jaén




JAÉN, viernes 23 de octubre de 2009 (ZENIT.org).-

Benedicto XVI ha otorgado la Rosa de Oro a la Virgen de la Cabeza, patrona de la diócesis de Jaén, que se convierte así en la única imagen mariana en España que ha recibido esta condecoración pontificia.

El obispo de Jaén, monseñor Ramón del Hoyo, mostró, este miércoles en rueda de prensa, la Rosa de Oro.

Se trata de un rosal de oro con flores, botones y hojas, colocado en un vaso de plata renacentista en un estuche de oropel con el escudo papal.

Tiene una inscripción en latín que dice: “Benedicto XVI. Rosa de Oro. Para la imagen de la Bienaventurada Virgen María de la Cabeza, Patrona Celestial de la Diócesis de Jaén. Concesión benignísima. 22 de noviembre de 2009”.

El obispo de Jaén había solicitado la Rosa de Oro al Santo Padre con ocasión del Año Jubilar que celebra la diócesis de Jaén en honor de su patrona en el centenario de su coronación canónica.

Al formular esta petición, monseñor Del Hoyo alegó que en su honor se celebra la romería más antigua de España y que miles de fieles le profesan devoción.

Para conmemorar el cincuentenario de su proclamación como patrona de la diócesis de Jaén, la Virgen de la Cabeza será llevada el próximo mes de noviembre desde su Santuario de Sierra Morena, en la localidad de Andújar, a la catedral de Jaén.

Allí permanecerá desde el sábado 14 al domingo 22 de noviembre de 2009, y durante su presencia en la catedral se celebrarán diversos actos litúrgicos, pastorales, formativos y culturales.

Durante la estancia de la imagen en la catedral, monseñor Del Hoyo, en nombre del Papa, colocará la Rosa de Oro a los pies de la Virgen de la Cabeza. Posteriormente, el símbolo seguirá junto a su imagen en el Santuario del Cerro del Cabeza.

Historia de la Rosa de Oro

La Rosa de Oro es un reconocimiento del Papa a personalidades católicas prominentes que ha experimentado una evolución significativa.

Inicialmente lo recibían reyes y dignatarios, después casi exclusivamente reinas. Y últimamente, Nuestra Señora en algunas de sus advocaciones. La distinción fue creada por el Papa León IX en 1049.

Entre las reinas que la recibieron se encuentran María Cristina de Austria, reina regente de España (León XIII, 1886); Isabel I de Brasil (León XIII, por liberar a los esclavos en 1889), y Victoria Eugenia, consorte de Alfonso XIII en 1914, por Benedicto XV.

En tiempos más recientes, después del Concilio Vaticano II, la condecoración pontificia pasó a ser regalo de los papas a Nuestra Señora: Fátima en 1965 por Pablo VI; Aparecida en Brasil, en 1967 por Pablo VI; de Luján en 1982 por Juan Pablo II; de Guadalupe; de Loreto; de la Evangelización en Lima, Perú, en 1988, por Juan Pablo II; de Jasna Gora en Czestokowa, Polonia, en 2006 por Benedicto XVI; Aparecida en Brasil, en 2007, por Benedicto XVI, y Pompeya en Italia, en 2008, por Benedicto XVI.

Sobre la “Rosa de Oro”, existe un bello relato romántico, escrito en el siglo XIX por el escritor español Leopoldo Alas (Clarín), centrado en este regalo papal y en el robo que sufrió la iglesia de San Mauricio y de Santa María Magdalena, en Hall (Europa Central), donde se guardaba, como el tesoro que era, una “rosa de oro” (gemacht vonn golde, dice un antiguo código) regalo de León X a la Iglesia que se extendía por aquellos lugares.

Según este relato, que probablemente se basa en leyendas del lugar, la rosa fue robada de la iglesia por un joven para regalarla a la dama de sus amores.

Ésta, cuando se dio cuenta de la locura del joven, peregrinó a Roma para devolverla al Papa. El Obispo de Roma retuvo la rosa, tranquilizó a la joven y la devolvió a su país con una generosa limosna para el viaje y para aquella iglesia.

Años después, la rosa llegó como regalo del Papa a María Blumengold, que así se llamaba la peregrina.

El Papa bendecía antes de Pascua, en el domingo de Laetare, las de oro, que luego enviaba, con sus embajadas, a reinas y otras damas ilustres que se habían distinguido en la protección a la Iglesia o la defensa de los débiles; también a las iglesias predilectas y a las ciudades amigas.

sábado, 17 de octubre de 2009

El Papa afirma que alimentarse es “un derecho humano fundamental”


Pide a la FAO que redoble sus esfuerzos para acabar con el hambre


CIUDAD DEL VATICANO, viernes 16 de octubre de 2009 (ZENIT.org).-

En la lucha contra el hambre es necesario cambiar de estilos de vida, promover el desarrollo agrícola de los países más pobres y dejar de lado privilegios y beneficios.

Así lo afirmó Benedicto XVI en el mensaje de la Jornada Mundial de la Alimentación, que lleva por tema: “Conseguir la seguridad alimentaria en tiempo de crisis”.

“El acceso al alimento es un derecho fundamental de las personas y de los pueblos”, subrayó el Papa en el mensaje enviado al Director General de la FAO, Jacques Diouf, “y por esto los gobiernos y los diversos componentes de la Comunidad internacional están llamados, especialmente frente a la actual crisis global, a “realizar elecciones determinantes y eficaces”.

Según el Sofi 2009, el Informe anual sobre el estado de la alimentación en el mundo, publicado por la FAO y por el Programa Alimentario Mundial (PAM) de la ONU, este año por primera vez el número de los hambrientos ha superado los mil millones – las cifras hablan de mil veinte millones de personas – con un aumento del 9% respecto del año pasado.

La casi totalidad de los hambrientos viven en los países en vías de desarrollo: en Asia y en el Pacífico se estima que son 642 millones; en el África subsahariana 265 millones; en América Latina y el Caribe 53 millones; en el Próximo Oriente y en el Norte de África 42 millones. Pero el número de los hambrientos han aumentado también en los países ricos del norte del mundo, donde llegan a los 15 millones.

En el curso de la última década – también antes de la actual crisis – el número de las personas malnutridas había aumentado, de modo lento pero constante. Entre 1995-97 y el 2004-06, con la bajada sustancial de las ayudas públicas al desarrollo (ODA) destinadas a la agricultura, el número de los malnutridos ha aumentado en todas las regiones, excepto en América Latina y el Caribe, si bien también en esta región la crisis económica y alimentaria han suprimido los progresos realizados.

En el mensaje, el Papa subraya que “la agricultura debe poder disponer de un nivel suficiente de inversiones y de recursos”, y que además de esto se necesitan también “una profunda solidaridad y una fraternidad y una fraternidad de amplias miras”.

"En particular – añadió citando la “Caritas in veritate” – el drama del hambre podrá ser vencido solo 'eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres mediante inversiones e infraestructuras rurales, en sistemas de irrigación, en transportes, en organizaciones de los mercados, en formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de utilizar lo mejor posible los recursos humanos, naturales y socio-económicos mayormente accesibles a nivel local”.

El Papa observó también que “la consecución de estos objetivos requiere una necesaria modificación de los estilos de vida y de las formas de pensar”.

Por esto es indispensable “favorecer una cooperación que proteja los métodos de cultivo propios de cada área y evite un uso desconsiderado de los recursos naturales”, además de salvaguardar “los valores propios del mundo rural y los derechos fundamentales de los trabajadores de la tierra”.

Las soluciones técnicas, aun avanzadas, tienen poca eficacia “si no se refieren a la persona, principal protagonista que, en su dimensión espiritual y material, es el origen y fin de toda actividad”, concluyó Benedicto XVI.

sábado, 10 de octubre de 2009

La reforma de la Iglesia debe hacerse desde dentro, afirma el Papa



En la audiencia general, propone el ejemplo de San Juan Leonardi


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 7 de octubre de 2009 (ZENIT.org).-

La Iglesia se reforma desde dentro, como han mostrado numerosos santos que han impulsado su renovación a lo largo de la historia, afirmó Benedicto XVI este miércoles durante la audiencia general, en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

"Cualquier reforma interesa ciertamente a las estructuras, pero primero debe incidir en los corazones de los creyentes", dijo.

"Sólo desde la fidelidad a Cristo puede brotar la verdadera renovación eclesial", indicó.

Y añadió: "Sólo los santos, hombres y mujeres que se dejan guiar por el Espíritu divino, dispuestos a tomar decisiones radicales y valientes a la luz del Evangelio, renuevan a la Iglesia y contribuyen de manera decisiva a construir un mundo mejor".

Para ilustrarlo, Benedicto XVI puso el ejemplo de varios santos que han producido y difundido movimientos de renovación espiritual de la Iglesia, como Carlos Borromeo, Felipe Neri, Ignacio de Loyola, José de Calasanz, Camillo de Lellis y Luis Gonzaga, en el siglo XVI.

Y se detuvo especialmente en la figura de un sacerdote que recibió formación de farmacéutico: San Juan Leonardi, fundador de la Congregación de los Sacerdotes reformados de la Beata Virgen..

Este santo enseñó que Jesucristo es la medicina que cura todos los males del hombre y "comprendió que toda reforma debe hacerse desde dentro de la Iglesia y nunca contra la Iglesia", explicó el Santo Padre.

Precisamente este viernes se cumplirán 400 años de la muerte de san Juan Leonardi, patrón de los farmacéuticos que proyectó y contribuyó a la institución de una específica Congregación de la Santa Sede para las misiones, la antes conocida como Propaganda Fide, hoy Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

Tal y como recordó el Santo Padre en la catequesis que pronunció durante la audiencia general, Juan Leonardi nació en 1541 en Diecimo, en Italia. Recibió formación de lo que entonces se denominaba boticario, pero "tras una madura reflexión, decidió encaminarse hacia el sacerdocio".

"Con todo, no abandonó la pasión por la farmacopea, porque sentía que la a través de su profesión de farmacéutico podría realizar plenamente su vocación, la de transmitir a los hombres, mediante una vida santa, "la medicina de Dios", que es Jesucristo crucificado y resucitado", prosiguió el Papa.

"San Juan Leonardi se dedicó al apostolado entre los chicos, a través de la Compañía de la Doctrina Cristiana, reuniendo alrededor suyo a un grupo de jóvenes con los cuales, el 1 de septiembre de 1574, fundó la Congregación de los Sacerdotes reformados de la Beata Virgen, posteriormente llamada Orden de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios", relató.

"Murió en 1609 por una gripe contraída mientras estaba prodigándose en el cuidado de cuantos, en el barrio romano de Campitelli, habían sido afectados por la epidemia", añadió..

El Santo Padre destacó que "San Juan Leonardi intentó hacer del encuentro personal con Jesucristo la razón fundamental de su propia existencia", y que repetía a menudo: "Es necesario volver a empezar desde Cristo".

Criterios para renovar la Iglesia

El Santo Padre subrayó que este santo, "movido por el celo apostólico, en mayo de 1605, envió al Papa Pablo V, recién elegido, un Memorial en el que sugería los criterios para una verdadera renovación en la Iglesia".

Entre estos criterios se encontraban algunas recomendaciones, que, en opinión del Papa, siguen plenamente vigentes hoy.

Destacaba, por ejemplo, en su escrito, que es "necesario que quienes aspiran a la reforma de las costumbres de los hombres busquen, sobre todo y ante todo, la gloria de Dios".

También indicaba que éstos tenían que brillar "por la integridad de vida y la excelencia de sus costumbres, de modo que, en lugar de obligar, atraigan dulcemente a la reforma".

Observaba también que "quienes quieran hacer una reforma seria de la religión y la moral deben hacer en primer lugar, como un buen médico, un cuidadoso diagnóstico de los males que afligen a la Iglesia para que podamos ser capaces de prescribir para cada uno de ellos el remedio más apropiado".

Indicó que "la renovación de la Iglesia debe llevarse a cabo por igual en los jefes y empleados, por arriba y por abajo; debe comenzar por quienes gobiernan para extenderse después a sus súbditos".

Por ello, este santo instó al Papa a promover una "reforma universal de la Iglesia", mientras se preocupaba por la formación cristiana del pueblo y especialmente de los niños, de educarlos "desde los primeros años... en la pureza de la fe cristiana y de las santas costumbres".

Benedicto XVI destacó que "la figura luminosa de este santo invita a los sacerdotes en primer lugar, y a todos los cristianos a tender constantemente a la santidad".

Por Patricia Navas

domingo, 4 de octubre de 2009

Benedicto XVI: Superar la fractura entre ciencia y religión




Discurso al mundo académico en la República Checa


CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 3 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI el 27 de septiembre a rectores, profesores y estudiantes de universidades de la República Checa en el Salón Vladislav del Castillo de Praga.





* * *



Señor presidente;
ilustres rectores y profesores;
queridos estudiantes y amigos:

El encuentro de esta tarde me brinda la grata oportunidad de manifestar mi estima por el papel indispensable que desempeñan en la sociedad las universidades y los institutos de estudios superiores. Doy las gracias al estudiante que me ha saludado amablemente en vuestro nombre, a los miembros del coro universitario por su óptima interpretación, y al ilustre rector de la Universidad Carlos, el profesor Václav Hampl, por sus profundas palabras. El mundo académico, sosteniendo los valores culturales y espirituales de la sociedad y a la vez dándoles su contribución, presta el valioso servicio de enriquecer el patrimonio intelectual de la nación y consolidar los cimientos de su desarrollo futuro. Los grandes cambios que hace veinte años transformaron la sociedad checa se debieron, entre otras causas, a los movimientos de reforma que se originaron en la universidad y en los círculos estudiantiles. La búsqueda de libertad ha seguido impulsando el trabajo de los estudiosos, cuya diakonía de la verdad es indispensable para el bienestar de toda nación.

Quien os habla ha sido profesor, atento al derecho de la libertad académica y a la responsabilidad en el uso auténtico de la razón, y ahora es el Papa quien, en su papel de Pastor, es reconocido como voz autorizada para la reflexión ética de la humanidad. Si es verdad que algunos consideran que las cuestiones suscitadas por la religión, la fe y la ética no tienen lugar en el ámbito de la razón pública, esa visión de ninguna manera es evidente. La libertad que está en la base del ejercicio de la razón -tanto en una universidad como en la Iglesia- tiene un objetivo preciso: se dirige a la búsqueda de la verdad, y como tal expresa una dimensión propia del cristianismo, que de hecho llevó al nacimiento de la universidad.

En verdad, la sed de conocimiento del hombre impulsa a toda generación a ampliar el concepto de razón y a beber en las fuentes de la fe. Fue precisamente la rica herencia de la sabiduría clásica, asimilada y puesta al servicio del Evangelio, la que los primeros misioneros cristianos trajeron a estas tierras y establecieron como fundamento de una unidad espiritual y cultural que dura hasta hoy. Esa misma convicción llevó a mi predecesor el Papa Clemente VI a instituir en el año 1347 esta famosa Universidad Carlos, que sigue dando una importante contribución al más amplio mundo académico, religioso y cultural europeo.

La autonomía propia de una universidad, más aún, de cualquier institución educativa, encuentra significado en la capacidad de ser responsable frente a la verdad. A pesar de ello, esa autonomía puede resultar vana de distintas maneras. La gran tradición formativa, abierta a lo trascendente, que está en el origen de las universidades en toda Europa, quedó sistemáticamente trastornada, aquí en esta tierra y en otros lugares, por la ideología reductiva del materialismo, por la represión de la religión y por la opresión del espíritu humano. Con todo, en 1989 el mundo fue testigo de modo dramático del derrumbe de una ideología totalitaria fracasada y del triunfo del espíritu humano.

El anhelo de libertad y de verdad forma parte inalienable de nuestra humanidad común. Nunca puede ser eliminado y, como ha demostrado la historia, sólo se lo puede negar poniendo en peligro la humanidad misma. A este anhelo tratan de responder la fe religiosa, las distintas artes, la filosofía, la teología y las demás disciplinas científicas, cada una con su método propio, tanto en el plano de una atenta reflexión como en el de una buena praxis.

Ilustres rectores y profesores, juntamente con vuestra investigación, hay otro aspecto esencial de la misión de la universidad en la que estáis comprometidos, es decir, la responsabilidad de iluminar la mente y el corazón de los jóvenes de hoy. Ciertamente, esta grave tarea no es nueva. Ya desde la época de Platón, la instrucción no consiste en una mera acumulación de conocimientos o habilidades, sino en una paideia, una formación humana en las riquezas de una tradición intelectual orientada a una vida virtuosa. Si es verdad que las grandes universidades, que en la Edad Media nacían en toda Europa, tendían con confianza al ideal de la síntesis de todo saber, siempre estaban al servicio de una auténtica humanitas, o sea, de una perfección del individuo dentro de la unidad de una sociedad bien ordenada. Lo mismo sucede hoy: los jóvenes, cuando se despierta en ellos la comprensión de la plenitud y unidad de la verdad, experimentan el placer de descubrir que la cuestión sobre lo que pueden conocer les abre el horizonte de la gran aventura de cómo deben ser y qué deben hacer.

Es preciso retomar la idea de una formación integral, basada en la unidad del conocimiento enraizado en la verdad. Eso sirve para contrarrestar la tendencia, tan evidente en la sociedad contemporánea, hacia la fragmentación del saber. Con el crecimiento masivo de la información y de la tecnología surge la tentación de separar la razón de la búsqueda de la verdad. Sin embargo, la razón, una vez separada de la orientación humana fundamental hacia la verdad, comienza a perder su dirección. Acaba por secarse, bajo la apariencia de modestia, cuando se contenta con lo meramente parcial o provisional, o bajo la apariencia de certeza, cuando impone la rendición ante las demandas de quienes de manera indiscriminada dan igual valor prácticamente a todo. El relativismo que deriva de ello genera un camuflaje, detrás del cual pueden ocultarse nuevas amenazas a la autonomía de las instituciones académicas.

Si, por una parte, ha pasado el período de injerencia derivada del totalitarismo político, ¿no es verdad, por otra, que con frecuencia hoy en el mundo el ejercicio de la razón y la investigación académica se ven obligados -de manera sutil y a veces no tan sutil- a ceder a las presiones de grupos de intereses ideológicos o al señuelo de objetivos utilitaristas a corto plazo o sólo pragmáticos? ¿Qué sucedería si nuestra cultura se tuviera que construir a sí misma sólo sobre temas de moda, con escasa referencia a una auténtica tradición intelectual histórica o sobre convicciones promovidas haciendo mucho ruido y que cuentan con una fuerte financiación? ¿Qué sucedería si, por el afán de mantener un laicismo radical, acabara por separarse de las raíces que le dan vida? Nuestras sociedades no serían más razonables, tolerantes o dúctiles, sino que serían más frágiles y menos inclusivas, y cada vez tendrían más dificultad para reconocer lo que es verdadero, noble y bueno.

Queridos amigos, deseo animaros en todo lo que hacéis por salir al encuentro del idealismo y la generosidad de los jóvenes de hoy, no sólo con programas de estudio que les ayuden a destacar, sino también mediante la experiencia de ideales compartidos y de ayuda mutua en la gran empresa de aprender. Las habilidades de análisis y las requeridas para formular una hipótesis científica, unidas al prudente arte del discernimiento, ofrecen un antídoto eficaz a las actitudes de ensimismamiento, de desinterés e incluso de alienación que a veces se encuentran en nuestras sociedades del bienestar y que pueden afectar sobre todo a los jóvenes.

En este contexto de una visión eminentemente humanística de la misión de la universidad, quiero aludir brevemente a la superación de la fractura entre ciencia y religión que fue una preocupación central de mi predecesor el Papa Juan Pablo II. Como sabéis, promovió una comprensión más plena de la relación entre fe y razón, entendidas como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva a la contemplación de la verdad (cf. Fides et ratio, Introducción). Una sostiene a la otra y cada una tiene su ámbito propio de acción (cf. ib., 17), aunque algunos quisieran separarlas. Quienes defienden esta exclusión positivista de lo divino de la universalidad de la razón no sólo niegan una de las convicciones más profundas de los creyentes; además impiden el auténtico diálogo de las culturas que ellos mismos proponen. Una comprensión de la razón sorda a lo divino, que relega las religiones al ámbito de subculturas, es incapaz de entrar en el diálogo de las culturas que nuestro mundo necesita con tanta urgencia. Al final, "la fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad" (Caritas in veritate, 9). Esta confianza en la capacidad humana de buscar la verdad, de encontrar la verdad y de vivir según la verdad llevó a la fundación de las grandes universidades europeas. Ciertamente, hoy debemos reafirmar esto para dar al mundo intelectual la valentía necesaria para el desarrollo de un futuro de auténtico bienestar, un futuro verdaderamente digno del hombre.

Con estas reflexiones, queridos amigos, formulo mis mejores deseos y oro por vuestro arduo trabajo. Pido a Dios que todo ello se inspire y dirija siempre por una sabiduría humana que busque sinceramente la verdad que nos hace libres (cf. Jn 8, 28). Sobre vosotros y sobre vuestras familias invoco las bendiciones divinas de alegría y paz.