sábado, 28 de agosto de 2010

Mensaje del Papa por el centenario del nacimiento de Madre Teresa


CIUDAD DEL VATICANO, jueves 26 agosto 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el texto que Benedicto XVI ha enviado a sor Mary Prema Pierick, superiora general de la congregación de las Misioneras de la Caridad, con ocasión del ocasión del centenario del nacimiento de la Beata Teresa de Calcuta, celebrado este jueves.



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Le envío cordiales saludos a usted y a todas las Misioneras de la Caridad al inicio de las celebraciones del centenario del nacimiento de la Beata Madre Teresa, fundadora de vuestra orden y modelo ejemplar de virtud cristiana. Confío en el hecho de que este años será para la Iglesia y para el mundo una ocasión de gratitud ferviente hacia Dios por el don inestimable que Madre Teresa ha sido en el transcurso de su vida y que sigue siendo a través de la obra amorosa e incansable que lleváis a cabo vosotras, sus hijas espirituales.

Para prepararos a este año, habéis buscado acercaros aún más a la persona de Jesús, cuya sed de almas se extingue gracias a vuestro ministerio por Él en los más pobres de entre los pobres. Habiendo respondido con confianza a la llamada directa del Señor, Madre Teresa dio ejemplo excelente ante el mundo de las palabras de san Juan: “Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (1 Jn 4, 11-12).

Que este amor siga inspirándoos, Misioneras de la Caridad, para donaros generosamente a Jesús, quien veis y servís, o lo que es lo mismo, a los pobres, a los marginados y a los abandonados. Os animo a beber con constancia de la espiritualidad y del ejemplo de Madre Teresa y, siguiendo sus huellas, a acoger la invitación de Cristo: “Venid y sed mi luz”. Participando espiritualmente en las celebraciones por el centenario, con gran afecto en el Señor, imparto de todo corazón a as Misioneras de la caridad y a todos aquellos que servís, mi paternal Bendición Apostólica.

[ traducción del italiano por Inma Álvarez]

domingo, 22 de agosto de 2010

Benedicto XVI: María, Reina

Intervención con motivo del Ángelus


CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 22 de agosto de 2010 (ZENIT.org) - Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI este domingo al rezar a mediodía la oración mariana del Ángelus junto a los peregrinos congregados en el patio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo.



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Queridos hermanos y hermanas:

Ocho días después de la solemnidad de la Asunción al Cielo, la liturgia nos invita a venerar a la bienaventurada Virgen María con el título de "Reina". Contemplamos a la Madre de Cristo coronada por su Hijo, es decir, asociada a su realeza universal, tal y como la representan muchos mosaicos y pinturas. Esta memoria también cae este año en domingo, alcanzando una luz mayor gracias a la Palabra de Dios y la celebración de la Pascua semanal. En particular, el icono de la Virgen María Reina encuentra una confirmación significativa en el Evangelio del día, donde Jesús afirma: "Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos" (Lucas 13, 30). Se trata de una típica expresión de Cristo, referida varias veces por los Evangelios, con fórmulas parecidas, pues evidentemente refleja un tema muy sentido por su predicación profética. La Virgen es el ejemplo perfecto de esta verdad evangélica, es decir, que Dios humilla a los soberbios y poderosos de este mundo y eleva a los humildes (Cf. Lucas 1, 52).

¡La pequeña y sencilla muchacha de Nazaret se ha convertido en la Reina del mundo! Esta es una de las maravillas reveladas por el corazón de Dios. Naturalmente la realeza de María depende totalmente de la de Cristo: Él es el Señor, a quien, después de la humillación de la muerte en la cruz, el Padre ha exaltado por encima de toda criatura en los cielos, en la tierra y bajo la tierra (Cf. Filipenses 2, 9-11). Por un designio de la gracia, la Madre Inmaculada ha quedado plenamente asociada al misterio del Hijo: a su Encarnación; a su vida terrena, primero escondida en Nazaret y después manifestada en el ministerio mesiánico; a su Pasión y Muerte; y por último a la gloria de la Resurrección y Ascensión al Cielo. La Madre compartió con el Hijo no sólo los aspectos humanos de este ministerio, sino también, por obra del Espíritu Santo en ella, su intención profunda, su voluntad divina, de manera que toda su existencia, pobre y humilde, fue elevada, transformada, glorificada, pasando a través de la "puerta estrecha" que es el mismo Jesús (Cf. Lucas 13, 24). Sí, María es la primera que atravesó el "camino" abierto por Cristo para entrar en el Reino de Dios, un camino accesible para los humildes, para quienes confían en la Palabra de Dios y se comprometen para llevarla a la práctica.

En la historia de las ciudades y de los pueblos evangelizados por el mensaje cristiano, se dan innumerables testimonios de veneración pública, en algunos casos incluso institucional de la realeza de la Virgen María. Pero hoy queremos sobre todo renovar, como hijos de la Iglesia, nuestra devoción a quien Jesús nos dejó como Madre y Reina. Encomendamos a su intercesión la oración diaria por la paz, especialmente allí donde más golpea la absurda lógica de la violencia para que todos los hombres se persuadan de que en este mundo debemos ayudarnos los unos a los otros como hermanos para construir la civilización del amor Maria, Regina pacis, ora pro nobis!

[Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]

Saludo a los peregrinos de lengua española y los invito a pedir por la Iglesia, extendida de oriente a occidente, para que sea fiel al mandato que el Señor le encomendó de llevar la luz del Evangelio a todas las naciones. Por intercesión de la Virgen María, a quien invocamos como Reina y Señora nuestra, supliquemos a Cristo Jesús, su divino Hijo, que sean cada vez más los que dediquen su vida a esta hermosa misión, siendo testigos de su amor, de palabra y con el propio ejemplo. Muchas gracias.



[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

domingo, 15 de agosto de 2010

Día 15 Solemnidad: La Asunción de la Virgen María


La Asunción de Nuestra Señora, esperanza de nuestra resurrección gloriosa.

. Dichoso el vientre de María, la Virgen, que llevó al Hijo del eterno Padre19.

La Asunción de María es un precioso anticipo de nuestra resurrección y se funda en la resurrección de Cristo, que reformará nuestro cuerpo corruptible conformándolo a su cuerpo glorioso20. Por eso nos recuerda también San Pablo en la Segunda lectura de la Misa21: si la muerte llegó por un hombre (por el pecado de Adán), también por un hombre, Cristo, ha venido la resurrección. Por Él, todos volverán a la vida, pero cada uno a su tiempo: primero Cristo como primicia; después, cuando Él vuelva, todos los cristianos; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino... Esa venida de Cristo, de la que habla el Apóstol, “¿no debía acaso cumplirse, en este único caso (el de la Virgen) de modo excepcional, por decirlo así, “inmediatamente”, es decir, en el momento de la conclusión de la vida terrestre? (...). De ahí que ese final de la vida que para todos los hombres es la muerte, en el caso de María la Tradición lo llama más bien dormición.

“Assumpta est Maria in caelum, gaudent Angeli! Et gaudet Ecclesia! Para nosotros, la solemnidad de hoy es como una continuación de la Pascua, de la Resurrección y de la Ascensión del Señor. Y es, al mismo tiempo, el signo y la fuente de la esperanza de la vida eterna y de la futura resurrección”22.

La Solemnidad de hoy nos llena de confianza en nuestras peticiones. “Subió al Cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación”23. Ella alienta continuamente nuestra esperanza. “Somos aún peregrinos, pero Nuestra Madre nos ha precedido y nos señala ya el término del sendero: nos repite que es posible llegar y que, si somos fieles, llegaremos. Porque la Santísima Virgen no solo es nuestro ejemplo: es auxilio de los cristianos. Y ante nuestra petición Monstra te esse Matrem (Himno litúrgico Ave maris stella), no sabe ni quiere negarse a cuidar de sus hijos con solicitud maternal (...).

“Cor Mariae Dulcissimum, iter para tutum; Corazón Dulcísimo de María, da fuerza y seguridad a nuestro camino en la tierra: sé tú misma nuestro camino, porque tú conoces la senda y el atajo cierto que llevan, por tu amor, al amor de Jesucristo”24.


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. — 19 Antífona de comunión de la Misa vespertina de la Vigilia. Cfr. Lc 11, 27. — 20 Flp 3, 21. — 21 Segunda lectura. 1 Cor 15, 20-26. — 22 Juan Pablo II, Homilía 15-VIII-1980. — 23 San Bernardo, Homilía en la Asunción de la B. Virgen María, 1. — 24 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa. Rialp. 1.ª ed., Madrid 1973, 177-178.

domingo, 8 de agosto de 2010

Benedicto XVI: “Ser Papa, un peso que nadie puede llevar por sí mismo”


En la proyección del film “Cinco años del Papa Benedicto XVI", de la Bayerischer Rundfunk


CASTEL GANDOLFO, viernes 30 de julio de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso pronunciado ayer por el Papa Benedicto XVI tras el visionado del film “Cinco años del Papa Benedicto XVI”, en la Sala de los Suizos del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo.

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Eminencia, Excelencias,

querido profesor Fuchs, querido Mandlik, queridos amigos, señores y señoras,

en este momento puedo solo decir gracias a la Radio Bávara por este viaje espiritual extraordinario, que nos ha permitido revivir y volver a ver momentos determinantes y culminantes de estos cinco años de mi servicio petrino y de la propia vida de la Iglesia misma.

Ha sido para mi personalmente muy conmovedor ver algunos momentos, sobre todo ese en el que el Señor impuso sobre mis espaldas el servicio petrino. Un peso que nadie podría llevar por sí mismo solo con sus fuerzas, sino que se puede llevar solo porque el Señor lo lleva y me lleva. Hemos visto en esta película, me parece, la riqueza de la vida de la Iglesia, la multiplicidad de las culturas, de los carismas, de los diversos dones que viven en la Iglesia y cómo en esta multiplicidad y gran diversidad vive siempre la misma, única Iglesia. Y el primado petrino tiene esta misión de hacer visible y concreta la unidad, en la multiplicidad histórica, concreta, en la unidad de presente, pasado, futuro y de la eternidad.

Hemos visto que la Iglesia también hoy, aunque sufra tanto, como sabemos, con todo es una Iglesia gozosa, no es una Iglesia envejecida, sino que hemos visto que la Iglesia es joven y que la fe crea alegría. Por ello he encontrado muy interesante, una bonita idea, la de insertar todo en el marco de la novena sinfonía de Beethoven, del “Himno de la alegría”, que expresa cómo detrás de toda la historia está la alegría de la redención. He encontrado también hermoso que el film termina con la visita a la Madre de Dios, que nos enseña la humildad, la obediencia y la alegría de que Dios está con nosotros.

[En alemán dijo]

Un cordial “Dios se lo pague” a usted, querido señor Fuchs, querido señor Mandlik y a todos sus colaboradores, por este magnífico momento que nos ha dado.

[Traducción del original en italiano por Inma Álvarez]