Durante la audiencia general de este miércoles
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 6 de enero de 2011 (ZENIT.org).-
Benedicto XVI destacó la unidad existente entre la noche de Navidad y la de Pascua y afirmó que la Encarnación y la muerte y resurrección de Jesús nos abren a un futuro eterno.
Lo dijo durante la audiencia general de este miércoles 5 de enero, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, con peregrinos procedentes de todo el mundo.
“Encarnación y Pascua no están una junto a la otra, sino que son los dos puntos clave inseparables de la única fe en Jesucristo”, indicó.
“Sólo porque verdaderamente el Hijo, y en Él Dios mismo, 'descendió' y 'se hizo carne', la muerte y la resurrección de Jesús son acontecimientos que nos resultan contemporáneos y nos afectan, nos arrancan de la muerte y nos abren a un futuro en el que esta 'carne', la existencia terrena y transitoria, entrará en la eternidad de Dios”, explicó.
Y añadió que “en esta perspectiva unitaria del Misterio de Cristo, la visita al belén orienta a la visita a la Eucaristía, donde encontramos presente de modo real al Cristo crucificado y resucitado, al Cristo viviente”.
El Papa prosiguió indicando que “para captar el sentido de estos dos aspectos inseparables, es necesario vivir intensamente todo el tiempo navideño como la Iglesia lo presenta”.
Y destacó que la Iglesia lo presenta en sentido amplio, extendiéndose durante cuarenta días, “del 25 de diciembre al 2 de febrero, de la celebración de la Noche de Navidad, a la Maternidad de María, a la Epifanía, al Bautismo de Jesús, a las Bodas de Caná, a la Presentación en el Templo, precisamente en analogía con el Tiempo pascual, que forma una unidad de cincuenta días, hasta Pentecostés”.
Rescatar la Navidad
Además, Benedicto XVI destacó la necesidad de “rescatar este tiempo navideño de un revestimiento demasiado moralista y sentimental”.
En este sentido, destacó que “la celebración de la Navidad no nos propone sólo ejemplos a imitar, como la humildad y la pobreza del Señor, su benevolencia y amor hacia los hombres; sino que es más bien una invitación a dejarnos transformar totalmente por Aquel que ha entrado en nuestra carne”.
“Vivamos este Tiempo navideño con intensidad -exhortó-: tras haber adorado al Hijo de Dios hecho hombre y depositado en el pesebre, somos llamados a pasar al altar del Sacrificio, donde Cristo, el Pan vivo bajado del cielo, se nos ofrece como verdadero alimento para la vida eterna”.
“Y lo que hemos visto con nuestros ojos, en la mesa de la Palabra y del Pan de Vida, lo que hemos contemplado, lo que nuestras manos han tocado, es decir, al Verbo hecho carne -concluyó-, anunciémoslo con alegría al mundo y demos testimonio de él generosamente con toda nuestra vida”.