(RV).- Orar para superar las dificultades de la vida. El Papa - ante más
de diez mil peregrinos de numerosos países, en la Plaza de San Pedro -
hizo hincapié en que agradece de corazón las oraciones que sostienen la
misión de Pedro y que al igual que el Apóstol se siente sostenido por
la oración, en particular en los momentos más difíciles... El Santo
Padre culminó así su catequesis, dedicada a la importancia de la
oración, que experimenta desde su elección pontificia, confiando en el
poder del Señor, que libera de toda cadena y persecución. Sus palabras
fueron acogidas con grandes aplausos:
«Queridos
hermanos y hermanas, el episodio de la liberación de Pedro, que cuenta
Lucas, nos dice que la Iglesia, cada uno de nosotros, atraviesa la noche
de la prueba, pero que es la incesante vigilancia de la oración la que
nos sostiene. Yo, también, desde el primer momento de mi elección como
Sucesor de San Pedro, me he sentido siempre sostenido por vuestras
oraciones y por la oración de la Iglesia, sobre todo en los momentos
más difíciles, os agradezco de corazón. Con la oración constante y
confiada, el Señor nos libera de las cadenas, nos guía para atravesar
cualquier noche de cautiverio, que puede atenazar nuestro corazón, nos
da la serenidad del corazón para hacer frente a las dificultades de la
vida, aun el rechazo, la oposición y la persecución».
El Santo
Padre Benedicto XVI, como todos los miércoles, también esta mañana, a
las 10,30 celebró su tradicional audiencia general, que comenzó con la
siguiente introducción bíblica: (Audio)
En
su catequesis el Papa propuso el tema de la oración incesante que la
Iglesia dirige en favor de Pedro, encarcelado por decisión de Herodes y
liberado posteriormente por la intervención prodigiosa del ángel del
Señor.
Escuchemos el resumen de este tema que Benedicto XVI leyó en nuestro idioma:
(Audio) Queridos hermanos y hermanas:
Deseo
hablar hoy sobre la oración incesante que la Iglesia dirige en favor de
Pedro, encarcelado por decisión de Herodes y liberado posteriormente
por la intervención prodigiosa del ángel del Señor. La comunidad
congregada ora ante el peligro y la persecución. El Apóstol, encadenado,
se halla tranquilo y confiado, con la certeza de no estar solo: la
Iglesia reza por él; el Señor le acompaña; y sabe que la fuerza de
Cristo se realiza en la debilidad. Experimenta que en el seguimiento de
Jesús se encuentra la verdadera libertad, y por ello dará testimonio
hasta el martirio, confirmando que el Señor es el Resucitado y lo ha
salvado.
Este hecho, narrado por Lucas, nos advierte que la
Iglesia, cada uno de nosotros, cuando atraviesa la noche de la prueba se
ve confortado por la oración vigilante, perseverante y confiada en el
Señor, que sostiene y libera de las cadenas, concede serenidad y ayuda
para afrontar las dificultades, aun ante el rechazo, la oposición y la
persecución.
De los saludos del Papa a los diversos grupos
de peregrinos presentes esta mañana en la Plaza de San Pedro destacamos
el dirigido a los fieles polacos, a quienes recordó que la Iglesia en
Polonia celebró ayer la solemnidad de San Estanislao, Obispo y Mártir,
patrono de la nación polaca. Por esta razón encomendó a su intercesión a
todos ellos junto a sus familias y a toda su nación, impetrando la
gracia de la paz, de la unidad y de la solidaridad social en la
realización del bien común.
Al dar su bienvenida a los peregrinos
eslovacos, de modo particular al grupo de sacerdotes de la Arquidiócesis
de Košice, que celebran el décimo aniversario de su ordenación
sacerdotal, el Santo Padre les deseó una proficua estadía en Roma a la
vez que los bendijo con afecto junto a los seres queridos de su patria.
Hablando
en húngaro el Pontífice saludó de modo especial a los grupos
procedentes de Budapest y de Kál, a quienes les deseó que María, Madre
de Cristo, proteja sus familias y su patria.
Al dirigir su saludo a
los peregrinos croatas, de modo particular a los fieles de la parroquia
de Cristo Rey de Zagreb, el Papa les deseó que el Señor Resucitado los
sostenga en el camino de la vida y que su bendición los acompañe
siempre.
Su Santidad también saludó de corazón a los fieles
procedentes de la Federación Rusa, especialmente a los peregrinos de
Moscú y Pioniersk, a quienes manifestó su deseo de que el Señor los
bendiga abundantemente en este mes de mayo, durante el cual nos
dirigimos más intensamente a la Purísima Virgen María que intercede por
nosotros.
De la misma manera el Obispo de Roma saludó a los fieles de
las diócesis de Jelgava y Liepaja en Letonia. “Que la Virgen María –les
dijo–, en este mes de mayo dedicado a ella, atraiga cada día vuestros
corazones a la plenitud de la vida cristiana”.
Por último el
Pontífice dio su cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana.
Entre los cuales las consagradas, los seminaristas y los frailes
Franciscanos de la Inmaculada, a quienes manifestó su deseo de que se
alimenten de la Palabra de Dios y del Pan eucarístico. Al saludar a los
voluntarios de la protección civil de la Provincia de Roma y a los
“Médicos con África”, acompañados por el Obispo Mons. Mattiazzo,
reunidos con motivo del Congreso sobre el acceso gratuito a la atención
sanitaria a las madres y los niños de las poblaciones más necesitadas
del África sub-Sahariana, Benedicto XVI animó a esta importante
asociación misionera laical, que desde hace más de 60 años desarrolla
una preciosa actividad por el derecho a la salud y la defensa del valor
de la vida humana.
En su pensamiento final dirigido a los jóvenes,
enfermos y recién casados que asistieron a esta audiencia general el
Papa destacó que el mes de mayo nos llama a la devoción a la Madre de
Dios, por esta razón pidió a los jóvenes que no desdeñen rezar el
Rosario, oración sencilla pero eficaz; a los queridos enfermos les deseó
que la Virgen sea apoyo en su sufrimiento y modelo en el ofrecimiento
al Señor; mientras a los recién casados les dijo que sepan mirar a la
Virgen como madre y como esposa mientras inician a construir su vida en
común.
Escuchemos ahora los saludos que el Papa dirigió en nuestro
idioma a los numerosos peregrinos procedentes de América latina y de
España:
(Audio) Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los
grupos provenientes de España, Costa Rica, Perú, Chile, Argentina,
México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a experimentar
cómo la oración constante y de la comunidad unida es un precioso
instrumento para superar las dificultades que surgen en el camino de la
vida, porque cuando estamos profundamente unidos a Dios, estamos también
unidos a los hermanos. Muchas gracias.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
Texto completo de la catequesis del Papa:
Queridos hermanos y hermanas,
hoy
voy a tocar el último episodio de la vida de San Pedro narrado en los
Hechos de los Apóstoles: su encarcelamiento por orden de Herodes Agripa y
su puesta en libertad por la intervención prodigiosa del Ángel del
Señor, en la víspera de su juicio en Jerusalén (cf. del 12,1 a 17).
La
historia una vez más está marcada por la oración de la Iglesia. San
Lucas, en efecto, escribe: " Mientras Pedro estaba bajo custodia en la
prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él" (Hechos 12,5). Y,
después de haber salido milagrosamente de la cárcel, con motivo de su
visita a la casa de María, la madre de Juan, llamado Marcos, afirma que
"un grupo numeroso se hallaba allí reunido en oración” (Hechos 12:12).
Entre estas dos anotaciones importantes que ilustran la actitud de la
comunidad cristiana frente al peligro y la persecución, se narra la
detención y la liberación de Pedro, que comprende toda la noche. La
fuerza de la oración incesante de la Iglesia se eleva a Dios y el Señor
escucha y cumple una inesperada liberación, mediante el envío de su
Ángel.
La narración recuerda los grandes elementos de la
liberación de Israel de la esclavitud en Egipto, la Pascua hebrea. Como
ocurrió en aquel evento fundamental, también en este caso la acción
principal se lleva a cabo por el Ángel del Señor que libera a Pedro. Y
las mismas acciones del Apóstol -al que se le pide que se ponga de pie
rápidamente, se ate la túnica con el cinturón - estos eventos, recalcan
los del pueblo elegido en la noche de la liberación por la intervención
de Dios, cuando todos fueron invitados a comer a toda prisa el cordero:
con los cinturones ceñidos, el calzado en los pies, el bastón en mano,
listos para salir del País (cf. Ex 12:11).
Así, Pedro puede
exclamar: "¡Ahora sé que realmente el Señor envió a su Ángel y me libró
de las manos de Herodes" (Hechos 12:11). Pero el ángel recuerda no sólo
el de la liberación de Israel de Egipto, sino también el de la
Resurrección de Cristo. Nos dicen, en efecto, los Hechos de los
Apóstoles: "De pronto, apareció el Ángel del Señor y una luz
resplandeció en el calabozo. El Ángel sacudió a Pedro y lo despertó"
(Hechos 12,7). La luz que llena la habitación de la cárcel, el acto
mismo de despertar el Apóstol, recuerdan la luz liberadora de la Pascua
del Señor que vence a las tinieblas de la noche y el mal. La invitación,
por último, "Cúbrete con el manto y sígueme» (Hch 12,8), hace resonar
en nuestros corazones las palabras de la primera llamada de Jesús (cf.
Mc 1,17), que se repiten después de la resurrección en el lago de
Tiberiades, donde el Señor dice dos veces a Pedro: "Sígueme" (Jn
21,19.22). Es una apremiante invitación a seguirlo: solo saliendo de sí
mismos para ponerse en camino con el Señor y hacer su voluntad, se vive
la verdadera libertad.
Me gustaría hacer hincapié en otro
aspecto de la actitud de Pedro en la cárcel; se observa, en efecto, que
mientras la comunidad cristiana ora fervientemente por él, Pedro,
"estaba dormido" (Hechos 12,6) así nos lo indica San Lucas. En una
situación tan crítica y de grave peligro, es una actitud que puede
parecer extraña, pero que en cambio denota tranquilidad y confianza;
Pedro confía en Dios, sabe que está rodeado por la solidaridad y la
oración de los suyos y se abandona totalmente en las manos de Señor. Así
debe ser nuestra oración: asidua, solidaria con los demás, plenamente
confiando en Dios, que nos conoce profundamente y cuida de nosotros
hasta tal punto - dice Jesús – que "hasta los cabellos de vuestra cabeza
están todos contados. Así pues no tengáis miedo..." (Mt 10, 30-31).
Pedro vive la noche del cautiverio y la liberación de la cárcel como un
momento más del seguimiento del Señor, que vence a las tinieblas de la
noche y libera de las cadenas de la esclavitud y del peligro de muerte.
Su liberación es prodigiosa, marcada por varios pasajes cuidadosamente
descritos: guiado por el Ángel, a pesar de la vigilancia de los
guardias, atraviesa el primero y segundo puestos de guardia, hasta la
puerta de hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante
de ellos (cf. Hch 12,10). Pedro y el ángel del Señor, hacen juntos un
largo trecho de camino, hasta que de nuevo en sí mismo, el Apóstol es
consciente de que el Señor lo ha liberado realmente y, tras haber
reflexionado, se fue a la casa de María, la madre de Marcos, donde
muchos discípulos estaban reunidos en oración, una vez más la respuesta
de la comunidad ante la dificultad y el peligro es confiarse a Dios,
fortalecer la relación con Él.
Aquí parece útil recordar otra
situación difícil, que ha vivido la comunidad cristiana de los orígenes.
Santiago nos habla de ello en su Carta. Es una comunidad en crisis, en
dificultades, no tanto por las persecuciones, sino porque en su interior
hay celos y contiendas (cf. Santiago 3,14-16). El Apóstol se pregunta
la razón de esta situación. Y encuentra dos razones principales: la
primera es la de dejarse dominar por las pasiones, por la dictadura de
sus propios deseos, por el egoísmo (cf. Santiago 4,1-2a). Y la segunda
es la falta de oración - "no piden", dice (Santiago 4.2 b) - o la
presencia de una oración que no puede ser definida como tal - "piden y
no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus
pasiones" (Santiago 4.3).
Según Santiago, esta situación
podía cambiar si toda la comunidad hablara con Dios, rezando
verdaderamente de forma asidua y unánime. En efecto, incluso todo lo que
se dice sobre Dios, corre el riesgo de perder su fuerza interior y el
testimonio se vuelve árido si no están animados, apoyados y acompañados
por la oración, por la continuidad de un diálogo vivo con el Señor. Es
un recordatorio importante también para nosotros y para nuestras
comunidades, tanto las pequeñas como la familia, así como las más
grandes como la parroquia, la diócesis, la Iglesia entera. Me hace
pensar que en la comunidad de Santiago, había rezado pero habían rezado
mal, sólo por sus propias pasiones. Tenemos que aprender siempre de
nuevo a orar bien, a orar realmente, orientándonos hacia Dios y no
hacia nuestro propio bien.
Sin embargo, la comunidad que
acompaña el encarcelamiento de Pedro es una comunidad que reza
realmente, durante toda la noche, profundamente unida. Y es una alegría
incontenible la que llena los corazones de todos, cuando el Apóstol
llama a la puerta inesperadamente. Se trata de la alegría y del asombro
ante la acción de Dios que escucha. Es así que, de la Iglesia se eleva
la oración por Pedro y que él vuelve para contar "cómo el Señor lo había
sacado de la cárcel " (Hechos 12:17). En aquella Iglesia donde fue
colocado como roca (cf. Mt 16:18), Pedro cuenta su "Pascua" de
liberación: él experimenta que la verdadera libertad estriba en seguir a
Jesús, envueltos por la luz radiante de la Resurrección, y, por ello,
puede testimoniar hasta el martirio que el Señor es el Resucitado, y que
"realmente el Señor envió a su Ángel y lo libró de las manos de Herodes
" (Hechos 12:11). Luego, el martirio que iba a sufrir en Roma lo unirá
definitivamente a Cristo, que le había dicho: cuando seas viejo, otro te
llevará a donde no quieras, indicándole con qué muerte Pedro debía
glorificar a Dios (cf. Jn 21,18-19).
Queridos hermanos y
hermanas, el episodio de la liberación de Pedro, que cuenta Lucas, nos
dice que la Iglesia, cada uno de nosotros, atraviesa la noche de la
prueba, pero que es la incesante vigilancia de la oración la que nos
sostiene. Yo, también, desde el primer momento de mi elección como
Sucesor de San Pedro, me he sentido siempre sostenido por vuestras
oraciones y por la oración de la Iglesia, sobre todo en los momentos
más difíciles, os agradezco de corazón. Con la oración constante y
confiada, el Señor nos libera de las cadenas, nos guía para atravesar
cualquier noche de cautiverio, que puede atenazar nuestro corazón, nos
da la serenidad del corazón para hacer frente a las dificultades de la
vida, aun el rechazo, la oposición y la persecución. El episodio de
Pedro muestra el poder de la oración. Y el Apóstol, aun estando
encadenado, se siente tranquilo, confiado en la certeza de no estar
nunca solo: la comunidad está orando por él, el Señor está a su lado,
aún más, sabe que "el poder de Cristo se manifiesta plenamente en la
debilidad" (2 Cor 12,9). La oración constante y unánime es un
instrumento precioso también para superar las pruebas que puedan surgir
en el camino de la vida, porque estando profundamente unidos a Dios, nos
permite también estar profundamente unidos a los demás. Gracias.
(Traducción del italiano: Eduardo Rubió y Cecilia de Malak – RV)