domingo, 26 de abril de 2015




Día 26 IV Domingo de Pascua
Comenzamos nuestra reflexión meditada –nuestra oración– tomando pie de estas palabras que nos transmite san Juan, y damos gracias a Dios porque nos ha querido tanto, porque nos trata con todo primor para nuestro bien. Jesucristo se compara a un buen Pastor y nosotros seríamos las ovejas de su rebaño. No pensemos, sin embargo, en cualquier tipo de pastor, sino en el pastor que nos describe Jesús: en el buen pastor que da la vida por sus ovejas. Así es el Señor: como un pastor bueno, dando su propia vida –del todo– por cada uno de nosotros. ¿Y, por qué da su vida por los hombres?: porque somos suyos, porque nos ama, porque le pertenecemos. El es nuestro dueño. Por fuerte y excesiva que a alguno pueda parecerle la expresión, así es; y es, además, la razón de su interés por nosotros:. Sino fuéramos suyos, no tendría por qué dar su vida. Pero Nuestro Señor no se interesa por los hombres por encargo, como quien se dedica a algo determinado, pero podría ocuparse igualmente a otra actividad, quizá también satisfactoria.