La familia tiene que ser protegida.
Son muchos los peligros a los que está enfrentada: el ritmo de vida, el
estrés...
A veces los padres se olvidan de jugar con sus hijos.
La Iglesia tiene que animar y estar al lado de las familias ayudándolas a
descubrir caminos que les permitan superar todas estas dificultades.
Recemos para que las familias en el mundo de hoy sean acompañadas con
amor, respeto y consejo.
Y de modo especial, sean protegidas por los
Estados.