Después de la muerte de Jesucristo, sus discípulos quedaron desalentados y abatidos, víctimas de una fuerte experiencia de fracaso. Pero la historia de Jesús no termina con su muerte. Comienza de nuevo con su Resurrección. El disperso y fracasado grupo de los discípulos se reúne y, por la fe en Jesús y la esperanza en su vuelta, se convierte en una comunidad. El Espíritu de Jesucristo garantiza su presencia hasta el final de los tiempos:
“Yo le pediré al Padre que les de otro abogado que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. No los dejaré huérfanos, volveré” (Juan 14, 16-18).
“Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes y serán mis testigos” (Hechos 1, 8).
Es así como cincuenta días después de la Resurrección, Jesús cumplió su promesa, precisamente el día de Pentecostés y con la venida del Espíritu Santo, los apóstoles comienzan a dar testimonio del Maestro sin ningún temor.
Una demostración evidente de esta venida son los siete Dones del Espíritu Santo, disposiciones permanentes o capacidades que Dios concede y que hacen a la persona dócil y dispuesta a seguir los impulsos del mismo Espíritu. Los Dones pertenecen en plenitud a Jesús, el Mesías, quien los comunica a sus discípulos por la fe, la oración y los sacramentos.
A continuación les hago presente, de manera sencilla, cada uno de los siete Dones para que nos ayuden a vivir más intensamente nuestra vida de fe. Veamos:
ESPÍRITU DE SABIDURÍA: Este es el Don del buen gusto que nos hace saborear y gustar las cosas de Dios. Sabiduría es ver sabiamente las cosas, no sólo con la inteligencia sino que, también, con el corazón, tratando de ver las cosas como Dios las ve y comunicándolas con sabiduría de tal manera que los demás perciban que Dios actúa en nuestra persona, en lo que pensamos, decimos y hacemos.
ESPÍRITU DE INTELIGENCIA Con este Don podemos conocer y comprender las cosas de Dios, la manera cómo actúa Jesucristo, descubrir inteligentemente, sobre todo en las páginas del Evangelio, que su manera de ser y actuar es diferente al modo de ser de la sociedad actual. El Don de la inteligencia es una luz especial que puede llegar a todas las personas y muchas veces tiene sus frutos en los niños y en la gente más sencilla.
ESPÍRITU DE CONSEJO: Se trata de tener la capacidad de escuchar al Señor que nos habla y tratar de discernir lo que El quiere y espera de nosotros. El Don de Consejo nos ayuda a enfrentar mejor los momentos duros y difíciles de nuestra vida, al mismo tiempo nos da la capacidad de aconsejar, inspirados por el Espíritu Santo, a quienes nos piden ayuda, a quienes necesitan palabras de aliento y de vida.
ESPÍRITU DE FORTALEZA: Este Don nos da la capacidad de superar los momentos duros y difíciles de nuestra vida. Muchas veces somos débiles y podemos caer fácilmente en las tentaciones propias de esta sociedad como lo es el dinero, el poder, el consumismo, los vicios...Es allí donde necesitamos el Don de la fortaleza y pedir al Señor que nos ilumine..El ejemplo de Jesucristo, su pasión y muerte, debe ser para nosotros un auténtico testimonio de fortaleza que nos ha de llevar a superar nuestra debilidad humana.
ESPÍRITU DE CIENCIA: Este Don nos ayuda a descubrir la presencia de Dios en el mundo, en la vida, en la naturaleza, en el día, la noche, en el mar, la montaña. El Espíritu de Ciencia nos permite discernir entre el bien y el mal y nos hace mirar a las personas y las cosas con los ojos de Dios.
ESPÍRITU DE PIEDAD El Don de piedad nos permite acercarnos confiadamente a Dios, hablarle con sencillez, abrir nuestro corazón de hijo a un Padre Bueno del cual sabemos que nos quiere y nos perdona: “Padre Nuestro....”
Este Don nos ha de motivar a la oración y al encuentro profundo con el Señor, a juntarse en la capilla, abrir el Nuevo Testamento y disfrutar de la presencia del Señor en nuestra vida.
ESPÍRITU DE TEMOR DE DIOS Aquí no se trata de tenerle miedo a Dios, sino más bien sentirse amado por El. Con este Don tenemos la fuerza para vencer los miedos y aferrarnos al gran amor que Dios nos tiene. Cuando se descubre el amor de Dios lo único que deseamos es hacer su voluntad y sentimos temor de ir por otros caminos. En este sentido existe temor de fallar y causarle pena al Señor. Con este Don tenemos la fuerza para vencer los miedos y aferrarnos al gran amor que Dios nos tiene.
Pidamos al Espíritu Santo que siga actuando con fuerza en medio de nosotros y nos ayude a ser verdaderos testigos del Señor Resucitado.