domingo, 11 de abril de 2010

Juan Pablo II, "ministro de la Sangre de Cristo"





El 2 de abril de 2010 se conmemora el 5º aniversario de la muerte de un enorme servidor de la Iglesia. Un Papa que dio un maravilloso testimonio sacerdotal al mundo entero. Juan Pablo II fue, en palabras de santa Catalina de Siena, un “ministro de la Sangre de Cristo”.

Karol Wojtyla fue “ministro de la Sangre de Cristo” mediante la celebración de la Eucaristía. Todo sacerdote es un testimonio privilegiado de la Sangre del Señor. La puede ver, oler, tocar y distribuir a las almas necesitadas. Durante toda su vida vivió impregnado en la celebración de este misterio.

Él era consciente de que Cristo había dejado en sus manos su preciosísima Sangre no para él solo, sino para entregarla a los cristianos. Su ejemplo de recogimiento y fervor ante este don, hizo que muchas personas se beneficiaran de tan saludable Bebida de salvación.

Juan Pablo II fue “ministro de la Sangre de Cristo” promoviendo la confesión y el perdón. Las palabras del 17 de mayo de 1981 desde el policlínico Gemelli: “rezo por el hermano que me agredió, a quien he perdonado sinceramente” se unían al encuentro con Alí Agcá en 1983 cuando repetía: “nos encontramos como hombres y como hermanos”. Experiencia inolvidable de reconciliación.

Sin embargo, habría un gesto todavía más elocuente. En el jubileo del año 2000, arrodillado ante la cruz, pronunciaba un solemne mea culpa por los pecados pasados de los hijos de la Iglesia. En ese momento, la Iglesia universal experimentaba la Sangre de Cristo que se derramaba sobre ella y la purificaba.

Se convirtió en “ministro de la Sangre de Cristo” predicando la misericordia de Dios. Esta fue una constante en su pontificado. Así lo demuestra su segunda encíclica de 1980 titulada Dives in Misericordia (Rico en Misericordia).

Él había vivido en carne propia las palabras que Cristo había transmitido a santa Faustina Kowalska: “Di a mis sacerdotes que los pecadores endurecidos se enternecerán con sus palabras cuando ellos hablen de mi infinita misericordia y de la compasión que tengo por ellos en mi corazón. A los sacerdotes que proclamen y exalten mi Misericordia, yo les daré una fuerza maravillosa, les daré unción a sus palabras y conmoveré los corazones a los que hablen” (Diario, n. 1521).

El testimonio sacerdotal de Juan Pablo II nos debe impulsar a imitar sus virtudes. Todos los cristianos, participando del sacerdocio común de Cristo, estamos llamados a ser servidores de la Sangre de Cristo. Los fieles estamos invitados a participar más activamente en la santa Misa, a promover el perdón y la reconciliación, y a transmitir en este año sacerdotal a un Dios infinitamente misericordioso.

El Siervo de Dios, Juan Pablo II, partió a la Casa del Padre el la tarde de aquel 2 de abril de 2005. Dios Padre llamó a su presencia, la víspera de la Fiesta de la Divina Misericordia, al Siervo fiel, que algunos años antes había instituido oficialmente esta fiesta como patrimonio de toda la Iglesia.