En un excursus improvisado
(como es frecuente en las alocuciones de Francisco) respecto al texto
difundido por la Santa Sede, el Papa se preguntó: "Siempre queda la duda de si esta guerra de aquí, esta guerra de allá -porque hay guerras en todas partes- ¿es una guerra por problemas o es una guerra comercial para vender estas armas en el comercio ilegal?".
Antes, había advertido que debe "decirse no al odio fratricida y a las mentiras de las que se sirve, a la violencia en todas sus formas, a la proliferación de las armas y a su comercio ilegal".
El Angelus de este 8 de septiembre de 2013, tras la vigilia de oración
por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo que había tenido
lugar la tarde-noche anterior en la Plaza de San Pedro, tenía
necesariamente que continuar en esa línea. El Papa tomó como guía una parábola del Evangelio del día,
la del rey que va a la guerra (Lc 14, 31-32), y aunque precisó que en
ella "Jesús no quiere afrontar el tema de la guerra y es sólo una
parábola", sin embargo "en este momento en el que estamos rezando
fuertemente por la paz, esta Palabra del Señor nos toca vivamente, y en
sustancia nos dice que hay una guerra más profunda que debemos combatir
todos. Es la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y de elegir el bien: seguir a Cristo y tomar la propia cruz".
En efecto, al inicio de su intervención, había señalado las condiciones
puestas por Jesús para ser sus discípulos: "No anteponer nada al amor
por Él, tomar la propia cruz y seguirle". Como muchos se le acercaban
tras alguno de los milagros que le acreditaban como Mesías, "Jesús no quiere que nadie se haga ilusiones: sabe
bien lo que le espera en Jerusalén, que la vía que el Padre le pide
recorrer es la vía de la cruz, del sacrificio de sí mismo por el perdón
de nuestros pecados".
"¡Seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal!",
advirtió Francisco: "Significa participar de su amor misericordioso,
entrar en su gran obra de misericordia para todo hombre y para todos los
hombres. Y este perdón universal pasa por la cruz".
Por último, y al recordar que la festividad del día es la Natividad de
la Virgen María, "fiesta particularmente querdia por las Iglesias
Orientales, ortodoxas y católicas", encomendó a su intercesión la paz en
el mundo, porque "Jesús es el sol y María es la aurora que preanuncia su aparición".
ReL