domingo, 8 de septiembre de 2013

El Papa sugiere que tras esta guerra no hay razones sino pretextos para el comercio ilegal de armas

En un excursus improvisado (como es frecuente en las alocuciones de Francisco) respecto al texto difundido por la Santa Sede, el Papa se preguntó: "Siempre queda la duda de si esta guerra de aquí, esta guerra de allá -porque hay guerras en todas partes- ¿es una guerra por problemas o es una guerra comercial para vender estas armas en el comercio ilegal?".

Antes, había advertido que debe "decirse no al odio fratricida y a las mentiras de las que se sirve, a la violencia en todas sus formas, a la proliferación de las armas y a su comercio ilegal".

El Angelus de este 8 de septiembre de 2013, tras la vigilia de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo que había tenido lugar la tarde-noche anterior en la Plaza de San Pedro, tenía necesariamente que continuar en esa línea. El Papa tomó como guía una parábola del Evangelio del día, la del rey que va a la guerra (Lc 14, 31-32), y aunque precisó que en ella "Jesús no quiere afrontar el tema de la guerra y es sólo una parábola", sin embargo "en este momento en el que estamos rezando fuertemente por la paz, esta Palabra del Señor nos toca vivamente, y en sustancia nos dice que hay una guerra más profunda que debemos combatir todos. Es la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y de elegir el bien: seguir a Cristo y tomar la propia cruz".

En efecto, al inicio de su intervención, había señalado las condiciones puestas por Jesús para ser sus discípulos: "No anteponer nada al amor por Él, tomar la propia cruz y seguirle". Como muchos se le acercaban tras alguno de los milagros que le acreditaban como Mesías, "Jesús no quiere que nadie se haga ilusiones: sabe bien lo que le espera en Jerusalén, que la vía que el Padre le pide recorrer es la vía de la cruz, del sacrificio de sí mismo por el perdón de nuestros pecados".

Seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal!", advirtió Francisco: "Significa participar de su amor misericordioso, entrar en su gran obra de misericordia para todo hombre y para todos los hombres. Y este perdón universal pasa por la cruz".

Por último, y al recordar que la festividad del día es la Natividad de la Virgen María, "fiesta particularmente querdia por las Iglesias Orientales, ortodoxas y católicas", encomendó a su intercesión la paz en el mundo, porque "Jesús es el sol y María es la aurora que preanuncia su aparición".


 ReL