sábado, 14 de septiembre de 2013

Vigilia de Oración por la Paz




El papa en el Ángelus continúa rezando por la paz de Oriente Medio

Palabras del papa en la oración del Ángelus

Ciudad del Vaticano, 08 de septiembre de 2013 (Zenit.org) Francisco papa

Esta mañana, a las 12 como cada domingo, el papa se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Publicamos a continuación las palabras del papa.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
en el Evangelio de hoy Jesús insiste en las condiciones para ser sus discípulos: no anteponer nada al amor por Él, llevar la propia cruz y seguirlo. Mucha gente, de hecho, se acercaba a Jesús, quería ser parte de sus seguidores; esto sucedía especialmente después de algún signo prodigioso, que lo acreditaba como Mesías, el Rey de Israel. Pero Jesús no quiere engañar a nadie. Él sabe bien qué le espera en Jerusalén, cuál es el camino que el Padre le pide recorrer: es el camino de la cruz, del sacrificio de sí mismo para el perdón de nuestros pecados. ¡Seguir a Jesús no significa participar en una procesión triunfal! Significa compartir su amor misericordioso, entrar en su gran obra de misericordia para cada hombre y para todos los hombres. Es una obra de misericordia, de perdón, de amor, es tan misericordioso. Y este perdón universal pasa a través de la cruz. Pero Jesús no quiere compartir esta obra solo: quiere implicarnos también a nosotros en la misión que el Padre le ha confiado. Después de la resurrección dirá a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, yo también os mando a vosotros... A los que perdonéis los pecados, les serán perdonados" (Jn 20, 21-22). El discípulo de Jesús renuncia a todos los bienes porque ha encontrado el Él el Bien más grande, en el que cualquier otro bien recibe su pleno valor y significado: las uniones familiares, las otras relaciones, el trabajo, los bienes culturales y económicos, etc. El cristiano se desapega de todo y encuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica del amor y del servicio.
Para explicar esta exigencia, Jesús usa dos parábolas: la de la torre a construir y la del rey que va a la guerra. Esta segunda parábola dice así: "¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz" (Lc 14, 31-32). Aquí Jesús no quiere afrontar el tema de la guerra, es solo una parábola. Pero, en este momento en el que estamos rezando fuertemente por la paz, esta Palabra del Señor nos toca de forma viva, y en esencia nos dice: ¡hay una guerra más profunda que debemos combatir, todos! Es la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y de elegir el bien, preparados a pagar en persona: he aquí el seguir a Cristo, ¡he aquí el tomar la propia cruz! Esta guerra profunda contra el mal ¿De qué sirve hacer guerras, tantas guerras si tu no eres capaz de hacer esta guerra profunda contra el mal? No sirve, no funciona. Esto implica, entre otras cosas; esta guerra contra el mal implica decir no al odio fraticida y a las mentiras de las que se sirve, a la violencia en todas sus formas, decir no a la proliferación de las armas y a su comercio ilegal. Pero hay tantas, pero hay tantas. Pero siempre queda la duda: esta guerra de aquí, de allí, por todos lados hay guerras, ¿es realmente una guerra o es una guerra comercial para tomar estas armas del comercio ilegal? Estos son enemigos a combatir, unidos y con coherencia, no siguiendo otros intereses si nos los de la paz y el bien común.
Queridos hermanos, hoy recordamos también la Natividad de la Virgen María, fiesta particularmente querida en las Iglesias Orientales. Y todos nosotros, ahora podemos enviar un saludo a todos los hermanos y hermanas, obispos, monjes, monjas de las Iglesias Orientales, ortodoxos y católico ¡Un saludo! Jesús es el sol, María es la aurora que preanuncia su surgir. Ayer hemos velado confiando a su intercesión nuestra oración por la paz en el mundo, especialmente en Siria y en todo Oriente Medio. La invocamos ahora como Reina de la Paz. Reina de la paz, ruega por nosotros.
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